1×005 – Hambre

Publicado: 20/03/2011 en Al otro lado de la vida

5

Afueras de Sheol

28 de septiembre de 2008

Se esforzó por alejar esa absurda imagen de su cabeza. Era evidente que había sufrido mucho y todavía se encontraba en una situación de desbordante estrés postraumático, aunque su trauma todavía persistía y persistiría mientras viviese. De cualquier modo, creía no ser ya dueña de sus sentidos, y que éstos le habían jugado una mala pasada. Se alejó del chico, que ya había asumido la derrota y se limitaba a mirarla a través de los barrotes, y caminó lentamente por el camino que unía el viejo cementerio con las afueras de la ciudad. No se veía ni un alma en los alrededores; todo el mundo había tratado de huir, y los que no, habían muerto.

Alcanzó la calle por la que poco antes creyó haber visto a esa chica, y miró a ambos lados. La carretera estaba vacía. Ni un coche, ni un alma, pero ella sabía que no debían andar muy lejos. Si bien la niebla no se despejaba, el ocaso se hacía cada vez más acusado; debía darse prisa. Caminó por el centro de la calzada, a sabiendas de que nadie le atropellaría ni le llamaría la atención, fijándose en cada sombra, en cada silueta, hasta el punto que la niebla se lo permitía; no quería más sorpresas. No tardó mucho en llegar a una urbanización de viviendas humildes. Ahí los estragos del éxodo eran más evidentes. Parecía un mundo fantasmal, olvidado. La última herencia de una civilización extinta.

Pasó junto a un coche que tenía todos los cristales rotos. Estos descansaban a su vera, en mil y un pequeños pedazos que tapizaban la calle varios metros a la redonda. Miró dentro, y se dio cuenta que le faltaban los asientos y el volante, y que alguien se había entretenido en rajar la tapicería, y tal vez a utilizarlo de inodoro, a juzgar por el olor que manaba del interior. Además tenía un par de ruedas pinchadas. Se maldijo una y otra vez por no haber aprendido a conducir antes del holocausto, pues ahora le resultaría muy útil. Todavía confiaba tener tiempo de aprender, siempre que encontrase a alguien dispuesto a enseñarle. Eso sí sería tarea difícil.

Docenas de papeles yacían tirados sin ton ni son a su paso. Uno de ellos era la hoja suelta de un periódico, la primera plana fechada del 13 de ese mismo mes. El titular resultaba bastante esclarecedor; «LOS MUERTOS CAMINAN». Le dio una patada al papel, que fue a parar junto a una lata de refresco vacía, y continuó caminando. Entonces llegó a una zona edificada con bloques de pisos. Echó un vistazo al bloque más cercano y se dijo para sus adentros que alguno de ellos sería su dormitorio. Se acercó a la fachada, con una falsa sensación de seguridad, pues hacía ya un buen rato que no tenía ningún encuentro indeseado.

Se dirigía hacia uno de los portales que tenía esa manzana, cuando pasó junto al escaparate de una tienda de muebles. Tenía las rejas bajadas, pero la gran cristalera le ofreció un plano general de si misma. Se paró un momento a contemplar su lamentable estado. Al mirarse en la sucia superficie espejada del escaparate de esa tienda muerta, vio a una mujer muy diferente de la risueña Bárbara que tantos planes de futuro albergaba escasas semanas atrás. Frente a ella había una mujer que había sufrido mucho en muy poco tiempo, y que no había tenido tiempo de asumir todas las cosas que le habían ocurrido, al igual que el resto de supervivientes de la masacre.

Se fijó que tenía una herida en la cabeza. Su en tiempos esplendorosa melena rubia, ahora era un compendio de sangre seca y grasa. Ella misma se dio cuenta que debía oler fatal, aunque ya no lo notase, afortunadamente no había nadie ahí para echárselo en cara. Sus grandes ojos marrones, acompañados de unas generosas ojeras, denotaban el cansancio. Su figura, más delgada que de costumbre, denotaba la malnutrición asociada a los tiempos que le había tocado vivir. Confió que hubiese algo que echarse a la boca en el lugar donde tenía pensado ir. Apartó la mirada de esa extraña, y continuó su camino.

De repente oyó un grito. Alguien pidió auxilio, no muy lejos de ahí. Se trataba de una voz femenina. Un chillido precedió al grito, y acto seguido todo volvió a quedar en silencio. En un primer momento, Bárbara sintió una oleada de optimismo, al oír a un semejante. Pero lo que había dicho no podía significar nada bueno. No obstante, decidió acercarse; tal vez pudiera echar una mano. De todas maneras, en los alrededores había muchos sitios a los que subirse o en los que esconderse si la cosa se ponía fea. Anduvo hacia la esquina de la manzana, respirando lo justo y necesario para no hacer ruido, fijándose en donde ponía el pie en cada paso, hasta quedar en el extremo de la misma. Entonces se asomó a ver que había al otro lado.

Lo que vio era dantesco. Ya no había salvación alguna para esa joven. No tendría más de quince años; ya no volvería a cumplir ninguno más. Bárbara se llevó las manos a la boca para no gritar, pero el asesino de la chica ya le había visto. Era un crío de no más de diez años, un niño. Estaba arrodillado frente al cuerpo de la joven, con la boca manchada de sangre. Bárbara le sostuvo la mirada unos segundos, esperando cualquier reacción para salir corriendo, pero el chico se limitó a gruñirle. Un gruñido largo con el que se hizo entender rápidamente. Decía «Fuera de aquí, esta comida es mía».

Bárbara pilló la indirecta, y se volvió a esconder tras la esquina, apoyando la espalda en la fachada de ésta, lejos del campo de visión del chico, que ya había vuelto a sus quehaceres, mordiendo el brazo desnudo de esa pobre chica. Bárbara respiró hondo, con los ojos cerrados, tratando de reponerse, sabiendo que jamás podía hacerlo. Cada vez estaba más oscuro.

comentarios
  1. ShadowGhost333 dice:

    xD un zombi piadoso o que como iba penso que era otra zombi
    Porcierto con la descripcion de la chica….me has jodido, yo me imaginaba una chica sexi y hermosa perooo me acabas de romper la ilusion D:

    • Siempre me dan rabia las películas que endiosan a los protagonistas escogiendo actores y actrices de muy buen ver para que resulte más comercial. Para mi novela me he esforzado por tratar de dar a entender que Bárbara es una persona normal, de la calle, como cualquiera de nosotros, que no destaca especialmente. De ese modo intento que resulte más sencillo empatizar con ella.

  2. Neirolh dice:

    Empiezo a vislumbrar que no son zombis romerianos típicos… Me gusta descubrir historias con zombis un poco «diferentes».

    ¡Sigo! 😀

    (Y gracias por suscribirte a mi blog)

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