1×014 – Génesis

Publicado: 23/03/2011 en Al otro lado de la vida

CRONOLOGÍA DEL ÉXODO: Parte primera

Gestación

14

Laboratorio de máxima seguridad de la compañía ЯЭGENЄR

19 de enero de 1985

José observaba con detenimiento al sujeto 13-E. En los últimos minutos había mostrado en los músculos de sus patitas traseras un ligero movimiento. Ahora se movía con unas convulsiones enfermizas que casi le obligaron a quitarle la vida, pues parecía estar sufriendo enormemente. Sin embargo supo ser prudente, y paciente; esperó. Sus diminutos ojos rojos se abrieron de repente, y las convulsiones desaparecieron tan pronto como habían comenzado. 13-E dio media vuelta en el suelo de su jaula y se posó sobre sus hasta entonces rígidas patitas. Miró a ambos lados, como si todo fuera nuevo para él.

Sus otros dos compañeros de jaula no le dieron mayor importancia y siguieron con sus quehaceres, comiendo pienso y jugando en la ruleta, ajenos al milagro que acababan de presenciar. José no paraba de tomar anotaciones en una libreta, todavía incrédulo de lo que acababa de ver. 13-E caminó de un lado a otro de la jaula, husmeando todo a su paso, con una velocidad inapropiada a su naturaleza. Husmeó el pienso y bebió un poco de agua. Todo parecía en regla, y José no cabía en sí al comenzar a comprender la envergadura del descubrimiento que había hecho. Entonces 13-E se acercó a la hembra y comenzó a olisquearla.

José volvió la mirada a su libreta y mientras escribía oyó el chillido de una de las ratas. Bajó la libreta y contempló de nuevo la jaula, ahora manchada de sangre. 13-E había mordido a la hembra, y al parecer había sido muy certero, pues ahora descansaba cadáver en el suelo de la jaula, con su blanco pelaje teñido de rojo. José se acercó un poco más para comprobar que los ojos no le estaban engañando. 13-E, no contento con acabar con la vida de su compañera, parecía estar alimentándose de su cadáver. La tercera rata se había arrinconado en una esquina, asustada por lo que veía. José, confundido y decepcionado, negaba con la cabeza. Estaba dejando su libreta sobre una mesa, pues ya no tenía sentido alguno seguir utilizándola, cuando el compresor de aire delató que alguien entraba en el laboratorio.

Se giró, y vio como la puerta se abría, con su sonido característico, y como Guillermo accedía al laboratorio, ataviado con su bata blanca, con un café en cada mano y una sonrisa en la boca. Se acercó a José y le ofreció uno de los cafés, mientras dejaba el suyo sobre la gran mesa central. Tras agradecerle la bebida, José cogió su café y se lo bebió de un trago, dejando el vaso vacío sobre la mesa. Guillermo leyó en su cara que algo no andaba bien, entonces miró la jaula y creyó comprender de qué se trataba, aunque evidentemente había muchas cosas que no acababan de encajar.

GUILLERMO – ¿Es ese Mordisquitos?

JOSÉ – Te he dicho mil veces que no les pongas nombre.

GUILLERMO – Se le parece mucho…

JOSÉ – Coño, como que es él.

GUILLERMO – No puede ser. ¿Mordisquitos no había…?

JOSÉ – Ayer a las nueve y media de la noche. A y treinta y tres para ser exactos.

GUILLERMO – Es imposible.

Guillermo miró a José extrañado, seguro de que le estaba tomando el pelo. No le extrañaba tanto ver como la rata que había visto muerta ayer ahora pareciese vivita y coleando, mas lo que no alcanzaba a comprender era por qué se alimentaba del cadáver de su compañera. El café seguía enfriándose en la mesa, y así seguiría el resto del día; nadie se lo bebería. Guillermo se acercó algo más a la jaula, mirándola más de cerca, como si así fuese a cambiar el macabro escenario de su interior. Se dirigió de nuevo a su superior.

GUILLERMO – ¿Se había manifestado alguna vez canibalismo en este tipo de animal?

JOSÉ – No que yo sepa. De hecho no se tiene conocimiento de que ninguna rata practique, y ésta raza en concreto… es herbívora.

GUILLERMO – ¿Pueden ser efectos secundarios del virus que le inyectaste ayer?

JOSÉ – Más que efectos secundarios, daños colaterales.

GUILLERMO – ¿Estás seguro de que había muerto?

JOSÉ – Tanto como de que el cielo es azul.

GUILLERMO – ¿Me estás diciendo que el virus ha hecho que resucite?

JOSÉ – Yo solo digo lo que veo, y te puedo asegurar que esa rata estaba muerta cuando yo he llegado aquí esta mañana.

GUILLERMO – ¿Quieres decir que estamos ante el mayor hito de la medicina moderna?

JOSÉ – Más bien ante el mayor fracaso.

GUILLERMO – ¿Eh?

JOSÉ – Está totalmente desorientada, ha perdido su instinto natural y se ha vuelto violenta y… carnívora.

GUILLERMO – ¡Pero está viva!

JOSÉ – ¿Y qué? No es esto lo que buscamos, no nos sirve. Nos hemos alejado mucho de nuestro objetivo. Es hora de hacer borrón y cuenta nueva. No quiero…

GUILLERMO – Pero…

JOSÉ – No hay más que hablar. Mata a los tres y quema los cadáveres. Esta tarde me encargaré de destruir las muestras del virus y mañana mismo empezamos de cero ¿Entendido?

GUILLERMO – Si.

JOSÉ – Y no le digas nada de esto a tu madre, no está ahora para tonterías. ¿De acuerdo?

GUILLERMO – Si, papa.

JOSÉ – Yo ahora me voy, que tengo una reunión, nos vemos esta noche en casa.

GUILLERMO – Adiós.

José abandonó la sala, que volvió a quedar herméticamente cerrada. Guillermo abrió uno de los cajones y sacó una jeringuilla vacía y esterilizada. Se la pinchó a Mordisquitos y le inyectó un poco de aire. El animal, con el morro manchado de sangre, se revolvió un poco en el suelo de la jaula, y acabó quieto, aparentemente muerto de nuevo. Guillermo miró la jeringuilla vacía en su mano, y luego miró a un lado y a otro; estaba solo. Agarró un frasco de muestras, se puso de espaldas a la cámara de seguridad y volvió a pinchar la jeringuilla en el cuerpo sin vida de la rata.

Le sacó un poco de sangre, y la introdujo en el frasquito, que enseguida se guardó en un bolsillo de la bata. Como si nada hubiera pasado, cumplió con su acometido y se deshizo de los cuerpos de las tres ratas, incluso de la que estaba sana. Esa misma tarde fueron destruidos todos los documentos relacionados con la investigación de ese virus tan potente, al igual que todas las muestras del mismo, todas excepto una, que aguardaría celosamente en las sombras hasta que llegase el momento de volver a la luz.

comentarios
  1. justys dice:

    cuando el Mordisquitos volvio a nacer (por así decirlo ) me he ido a la escena de Frankenstein !It’s alive! It’s alive! » muajajaja

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