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Puerta de entrada de los laboratorios de la compañía ЯЭGENЄR
5 de junio de 1992
José iba trajeado como un alto ejecutivo y Guillermo se encargaba de acomodarle la corbata al cuello. Ambos estaban muy nerviosos, pues ese era el día decisivo en el que expondrían el trabajo al que habían dedicado los últimos siete años de su vida. El paso del tiempo y el arduo trabajo en el que se había involucrado en cuerpo y alma los últimos años habían hecho mella en José. Su pelo cano y las arrugas de su rostro lo delataban. El día de hoy era tal vez el más importante de su vida, y en su interior se podía encontrar una mezcla de impaciencia, esperanza y nerviosismo. Una limusina aguardaba en la acera a unos cincuenta metros de ahí, tras la valla de seguridad que circundaba el recinto. Otros tantos hombres trajeados esperaban pacientemente la llegada de José.
JOSÉ – ¿Que me dices, estoy bien?
GUILLERMO – Hasta pareces importante.
JOSÉ – ¿Que insinúas, que tu padre no es importante?
GUILLERMO – Espero que tengas mucha suerte, papa.
JOSÉ – Gracias hijo, porque la necesitaré. Con esta gente… nunca se sabe.
GUILLERMO – Ha pasado todas las pruebas con éxito, no tienen porque negarse.
JOSÉ – Ellos harán sus propias pruebas, una y mil veces, hasta encontrar cualquier excusa para echar para atrás el proyecto.
GUILLERMO – Pero como no la encontrarán, acabarán dando el visto bueno.
JOSÉ – Ojalá tengas razón.
Guillermo acabó de atusar la corbata de su padre y miró a la limusina. Los hombres que esperaban a José parecían impacientes. Todo se reducía a ese momento, todas las horas de trabajo, todos los dolores de cabeza, las discusiones. Y también la alegría al comenzar a ver los primeros frutos, la felicidad de ver que el proyecto tomaba forma. Sin embargo Guillermo no estaba todo lo contento que podía esperarse. Había algo que le rondaba la cabeza desde que empezasen el proyecto, una espina clavada muy profunda, hasta entonces olvidada, que comenzó a dar señales de vida ese mismo día, después de años de letargo. Guillermo miró a un lado, pensativo, y su padre leyó en sus ojos lo que pensaba.
JOSÉ – ¿Todavía estás con eso?
GUILLERMO – Si es que ya no habrá marcha atrás. En cuanto lo presentes y lo aprueben, ahí acabará todo.
JOSÉ – ¿Y eso no es fantástico? No te haces a la idea de la cantidad de gente que vamos a ayudar con esto.
GUILLERMO – La cepa original era mucho más potente, y lo sabes.
JOSÉ – Y mucho más peligrosa, también. No me quiero ni imaginar lo que podría pasar si hubiéramos probado el virus con un ser humano. ¿Es que no recuerdas lo que le pasó a aquella rata? Tenemos que aceptar nuestras limitaciones, y no querer jugar con la vida como si fuéramos una entidad superior.
GUILLERMO – Podríamos haber seguido trabajando, haberla modificado para que no fuera peligrosa, y seguramente hubiéramos conseguido muchos más éxitos que con ésta.
JOSÉ – No sabes lo que dices. Todavía eres joven y no lo entiendes. Cuando lleves trabajando en esto tanto tiempo como yo, comprenderás a que me refiero. Hazme un favor, no me estropees éste día tan importante, Guillermo. Te he dicho muchas veces que no insistas más. Eso no fue más que un error, se nos fue de las manos y tenemos que aprender a olvidarlo, y agradecer que no saliera de ahí.
GUILLERMO – Sabes que tengo razón.
José miró a su hijo con cierta inquietud. Si bien confiaba en él, y sabía que era un buen chico, cuyo objetivo en la vida, al igual que el suyo, era ayudar a sus semejantes, todavía tenía miedo de que tratase de sobrepasarse en su trabajo, y hacer un mal uso de los medios de los que disponía. La cepa que presentaría esa misma tarde era extremadamente potente y podría considerarse hasta milagrosa. Él sabía que la cepa original era infinitamente más potente, y que tal vez su hijo tuviera razón, y si hubieran seguido trabajando con ella tal vez hubieran podido conseguir unos resultados mucho más relevantes, pero estaba decidido en su propósito. El chofer de la limusina dio un bocinazo para advertir a José de que tenían que marchar ya.
JOSÉ – Hijo, tienes que prometerme una cosa.
GUILLERMO – ¿El que?
JOSÉ – Prométeme que te olvidarás de eso. Prométeme que no le seguirás dando vueltas. Hazle ese favor a tu padre.
Guillermo le miró con seriedad, y acabó sonriendo.
GUILLERMO – Tranquilo, gran jefe. Eso está olvidado.
JOSÉ – Me alegra oírlo. Bueno… pues creo que tengo que irme.
GUILLERMO – Ya verás como triunfas.
JOSÉ – Si funciona, triunfaremos todos.
GUILLERMO – Dame un abrazo.
Padre e hijo se miraron sonrientes y se dieron un fuerte abrazo y unas cuantas palmaditas en la espalda. Acto seguido José agarró su maletín negro, se despidió por última vez de su hijo y puso rumbo a la limusina, que enseguida partió hacia su destino. Guillermo se quedó mirando como la limusina se alejaba hasta acabar perdiéndola de vista. Todavía le estaba dando vueltas a la charla que había tenido con su padre, y acabó coincidiendo con él. Se trataba de algo demasiado potente, demasiado peligroso. Llegó a convencerse de que habían hecho bien dejándolo en el olvido, y se prometió que no volvería a pensar en el tema.
Si su padre conseguía el visto bueno de la OMS, tendría muchas cosas más en las que pensar, como por ejemplo que modelo de Porsche le sentaría mejor, o donde le gustaría que construyeran su chalet. Esas nuevas ideas, las de la fama y la fortuna que acarrearían el éxito del proyecto más importante del último siglo, le absorbieron toda la atención, y con una tonta sonrisa en la boca, se dirigió de nuevo hacia el recinto. El guardia de seguridad de la puerta, que les había estado observando con cierta curiosidad, le saludó con su acostumbrada sonrisa.
ADOLFO – Buenas tardes, señor Vidal.
GUILLERMO – Buenas tardes, Adolfo.
Guillermo se adentró de nuevo en las instalaciones y pasó el resto del día sin hacer gran cosa, esperando impacientemente la llamada de su padre.
Hola me he decidido a comentarte aquí, siento si no era el lugar adecuado.
Cambio radical del tema, no me lo esperaba. Esto quiere decir que todavía queda (y mucha) esperanza para la raza humana. Me alegra leer cosas, que yo interpreto como cierta salvación hacia el «contagio de esos seres». Un cambio en el momento adecuado que crea bastante intriga sobre el paradero de Bárbara. Enhorabuena
@Budy1609: ¡Hostia, gracias! Es el primer comentario del blog (L) xD
Juego con los cambios de escena en los momentos más cabrones, a lo «pero qué cabrón, justo ahora lo corta, me cago en én», yendo y viniendo. Bárbara volverá y verás qué ocurre con Zoe, pero con cierta frecuencia y en momentos clave, incluiré la denominada «CRONOLOGÍA DEL ÉXODO», que creo que es igual de rica y muy necesaria. Eso y otras cosas.
Poco a poco irán casando varias cosas que se han ido anunciando. Y te aviso que estos dos capítulos que has leído últimos, son de los dos más importantes de toda la novela.
Otra cosa importante son las fechas. Yo mismo, siempre que leo un libro que tiene fechas, nunca suelo prestarles mucha atención. Pero en este caso es muy importante, porque voy y vengo atrás y adelante en el tiempo continuamente. La historia de Bárbara es lineal, pero entremedias voy intercalando otras movidas, y ahí las fechas sí son altamente relevantes, porque si no, se puede perder la noción del orden.
Gracias por el comentario. Colgaré un par más para agradecértelo n_n