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Ese nuevo fármaco, bautizado con el nombre de la compañía farmacéutica que lo había creado, fue sometido a las más rigurosas pruebas de manos de los expertos de la Organización Mundial de la Salud. Desde un primer momento fueron muy optimistas, y se encontraron gratamente sorprendidos y maravillados por lo que había caído en sus manos. Sus virtudes eran más que evidentes y sus defectos, simplemente nulos. Se hicieron pruebas con docenas de voluntarios, la mayoría de ellos desahuciados por la medicina moderna, y los resultados acabaron inclinando la balanza, de modo que tras dos años y medio de pruebas y papeleo, acabó dándosele el visto bueno.
El fármaco acabó siendo reconocido más adelante como el mayor hito de la medicina de todos los tiempos. José Vidal, como investigador jefe del equipo que hizo posible la creación de tal panacea, y como mente pensante que dio forma al proyecto, fue agraciado con el Premio Nobel de Medicina de 1994, y su nombre fue conocido alrededor del mundo, otorgándole un lugar en la historia, junto a nombres tan conocidos como el de Pasteur o Ramón y Cajal. Si bien siguió su trabajo investigando y consiguió algunos otros éxitos, ese fue sin duda el mayor trabajo que haría en vida.
A principios de 1995 se hizo oficial su entrada al mercado, y empezó a comercializarse alrededor del mundo, suministrándose en los ambulatorios de medio mundo como parte de la oferta médica. Ese mismo año hubo un acuerdo internacional, con el cual se llegó a un acuerdo que permitió extenderlo de manera masiva a todos los rincones del planeta, sobre todo a los más necesitados y con menos medios. Se creó un fondo común de los países denominados ricos que permitió que el fármaco llegase a todos los rincones del tercer mundo, en forma de una vacuna muy barata de producir en comparación con lo que ofrecía, con unos efectos rápidos y drásticos, que mermaron considerablemente y en un corto período de tiempo la mortalidad infantil y dieron a esos países una nueva oportunidad para prosperar.
En cuestión de tres años, la cantidad de gente vacunada superó a la de los que no lo estaban, llegando a un nivel de un 62% de vacunados en el año 2000, un 74% en 2004 y a un apabullante 94% en 2008, cuando sobrevino la trágica catástrofe. Se aplicaba de forma habitual en los neonatos desde 2002, y llegaba al resto de habitantes con frecuentes campañas de vacunación gratuita en los lugares desarrollados desde los primeros meses de su existencia, de modo que su extensión alcanzó cotas insospechables en muy poco tiempo. Las campañas africana y sudamericana fueron dos grandes hitos que consiguieron hermanar a las civilizaciones y mejorar considerablemente la calidad de vida de los más desfavorecidos.
Los logros de la vacuna eran tan dispares como asombrosos. Dejaron inútiles al resto de vacunas existentes hasta el momento, puesto que ella por si misma era capaz de asumir todas sus ventajas excluyendo los inconvenientes. Sin duda alguna su mayor logro fue la erradicación absoluta del sida en 2003, pero iba mucho más allá. Permitía una regeneración más rápida de los tejidos quemados o amputados, frenaba considerablemente la acción del alzheimer, reducía considerablemente los efectos de la gran mayoría de cánceres, e hizo del asma un problema del pasado. Todo ello, junto con otra larga lista de habilidades, si bien no implicó ni mucho menos la desaparición de los hospitales ni hizo inútil la investigación médica, pues había muchísimos temas a tratar donde la vacuna no interfería en absoluto, alargó considerablemente la esperanza de vida de la población mundial.
Sus ventajas saltaban a la vista, y fueron precisamente las que permitieron que su propagación fuera tan grande, pero lo más sorprendente era el hecho de que en apariencia no tenía ningún inconveniente. Pasó con un rotundo éxito todos los controles de calidad habidos y por haber, sirviendo a hombres y mujeres de todas las razas, edades y procedencias de una punta a la otra del planeta. Su inoculación no implicaba efectos secundarios ni reacción alérgica alguna. Se filtraba en la sangre y se propagaba por todo el cuerpo a una velocidad alarmante, de una manera nada hostil. Sus efectos eran prácticamente inmediatos y supusieron un considerable punto y aparte en la historia, un grato momento que recordar.
Del mismo modo que tenía una enorme aceptación por la mayoría del público, también tenía sus detractores, sobre todo en un primer momento. Los más escépticos, al ver la velocidad con la que se estaba extendiendo, afirmaron que se trataba de un método de control del gobierno para con la población mundial, alguna extraña estratagema en manos de mentes perversas que pretendían dominar el mundo o hacer perecer a todo ser viviente a su voluntad. Muchos de ellos eran individuos violentos y con gran capacidad de acción, y protagonizaron algunas reyertas aisladas. Con el paso de los años, esa corriente ideológica fue perdiendo peso, y muchos de los que anteriormente habían rechazado la vacuna, acabaron por sucumbir a ella, al acercarse a la vejez, o al verse atacados de alguna de las enfermedades que podía curar.
No obstante, la vacunación era totalmente voluntaria. Tan solo se les vacunaba sin consentimiento expreso de ellos mismos o sus tutores legales a los presos y a los enfermos mentales. Con todo eso, raro era encontrar a alguna persona a la que no le corriese por la sangre ese fármaco. Algunos de ellos eran tan solo olvidadizos, otros formaban parte de la herencia de los escépticos del pasado, la mayoría, familias tradicionales que veían con malos ojos cualquier avance de la ciencia o la medicina moderna, que preferían morir igual que habían nacido, y que consideraban una herejía todo lo que contradijese sus valores morales arraigados en el pasado.
En los últimos años, su utilización había acabado viéndose como algo tan normal o habitual como lo fueran las vacunas convencionales anteriormente, y todos estaban tan contentos con su innegable aportación, que acabaron acallándose considerablemente las voces que lo rechazaban.
sospechoso….
Piensa mal y acertarás.