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Sobre un árbol, junto al cementerio de Sheol
28 de septiembre de 2008
Sentada como estaba en una gruesa rama, tuvo ocasión de comprobar el daño que se había hecho. Si de algo disponía ahora, era de tiempo. Los brazos, ambos, no tenían más que unos leves rasguños donde se había levantado un poco la piel, pero no sangraban y apenas dolían; era la rodilla la que se había llevado la peor parte. Al ver la sangre fue cuando empezó a dolerle, pues fue entonces cuando se dio cuenta del daño que se había hecho. No era más que una magulladura, como la de los brazos, pero ésta sangraba bastante, y ella siempre había sido muy miedica con las heridas. Comenzó a llorar.
Aquel engendro salido del averno seguía exigiendo su parte del banquete, aullando y gruñendo ahí abajo, arañando inútilmente el tronco del árbol que si nada cambiaba, acabaría siendo el ataúd de Zoe. La niña se llevó una mano a la rodilla, viendo como su pálida piel se teñía de rojo al brotar una gota de sangre de la herida. La gota se deslizó por su pierna, hasta acabar desprendiéndose de ella y caer al vacío, sorteando varias ramas, hasta caer sobre la mejilla del resucitado. Éste cesó por un momento de gritar, acercó los dedos de una mano a la mejilla, llevándose la sangre con ellos, los observó un momento frente a sus ojos, y luego se chupó la mano, saboreando ese dulce néctar. Zoe hizo un gesto de asco al verle hacer eso.
La chica se quitó una de las bambas, que colocó con sumo cuidado en su regazo, pendiente de que no se cayera, y acto seguido se quitó el calcetín. Sin dejar de mirar a quien le había obligado a subir ahí arriba, estiró el calcetín tanto como pudo, se arremangó un poco la falda del vestido, y lo ató a modo de venda en su rodilla, soltando una exclamación de dolor al notar la tela contra la herida. Ahora al menos no la veía, y así parecía que dolía menos. Además dejaría de sangrar, o al menos esa sangre no serviría de aperitivo a la bestia.
Se acomodó tanto como pudo, a horcajadas sobre la más gruesa de las ramas, y apoyada la espalda contra el robusto tronco, y se quedó ahí, quieta y callada, mirando a su alrededor. El panorama, a pesar de la desafortunada compañía, era bastante agradable, rodeada como estaba de árboles en esa tranquila tarde de otoño. Pasaron varias horas, en las que Zoe tuvo ocasión de tranquilizarse y hasta de tomarse a broma la situación. Comenzó a hablar con ese hombre, insultándole e incluso imitándole, con lo que él se callaba por momentos, mirándola extrañado, para luego continuar con su habitual retahíla de berridos.
Con el paso del tiempo, el cielo se fue encapotando, hasta el punto de ocultarse por completo la bóveda celeste y el propio sol, y la temperatura bajó considerablemente. A la llegada de la cuarta hora de reclusión aérea ya había empezado a formarse una ligera capa de niebla, que se fue volviendo más densa a medida que pasaba el tiempo. La apacible estampa de una tarde de otoño pronto se le asemejó más a la escena macabra de una de esas películas de miedo en la escena que transcurría en el cementerio, en una noche sumida en la niebla de la que podía surgir cualquier monstruo a su acecho, como era su caso.
No fue hasta bien entrada la tarde, cuando ocurrió algo que la hizo abandonar el estado soporífero en el que se había sumido las últimas horas. Al principio no fue más que un leve ruido de fondo, que parecía provenir más de su cabeza que del mundo real. Poco a poco el ruido se fue haciendo cada vez más evidente, e incluso su enemigo se quedó quieto por unos momentos para comprobar si había oído bien. No le hizo falta esperar mucho para comprobar que así era. De entre la niebla apareció un perro, un pastor alemán adulto, que comenzó a ladrar a ese hombre, para sorpresa de Zoe.
El resucitado se giró hacia el perro, perdiendo en un instante la atención de aquello que le había ocupado toda la tarde. Ahora habían cambiado sus prioridades, pues tenía otra presa de la que alimentarse, una que estaba a su entero alcance. El perro ladró otra vez, y acto seguido, ambos comenzaron a gruñirse el uno al otro, mostrándose los dientes, como tratando de demostrar cual era más fuerte de los dos. No tardaron mucho en enzarzarse en una pelea, que a Zoe le pareció poco menos que surrealista. Un perro peleándose con un hombre hecho y derecho. Se quedó mirándoles desde su fuerte, preguntándose cual sería el desenlace de tan particular trifulca.
Ahora el perro mordía al hombre, ahora el hombre al perro. Ambos gruñían y llegó un momento que Zoe no supo distinguir a quien pertenecían los ladridos que oía. En pocos segundos ese hombre consiguió darle la vuelta a la tortilla. El perro salió corriendo, seguido de cerca por él. Pero no llegó muy lejos, ese hombre se tiró en plancha, lo agarró de las patas traseras, y le dio un mordisco fatal en el cuello, que tras el último ladrido agónico, acabó para siempre con la vida del can. Zoe vio como ese hombre desgarraba la carne del perro y se la tragaba apenas sin masticarla, y sintió una enorme repugnancia.
Una vez más notó como si las fuerzas de la naturaleza se aliasen con ella para ayudarla a escapar. Antes había sido aquel cuervo, y ahora parecía que el pastor alemán había ofrecido su vida para darle una nueva oportunidad de sobrevivir. No se lo pensó dos veces, y se armó de valor. Aprovechando que su amigo estaba de espaldas y bien entretenido comiendo, bajó del árbol tan rápido como pudo, ya habiendo olvidado por completo la herida de su rodilla, y una vez abajo, caminó sigilosamente hacia la bicicleta, se subió a ella y emprendió de nuevo su camino envuelta de una densa capa de niebla por todos lados. Al hacerlo pasó frente a la entrada del cementerio, de donde salió una mujer que la miró con incredulidad, antes de disiparse en la bruma.
Alguien escribio que Dios nos pone angeles a nuestro alrededor y ellos se manifiestan de maneras bastante extrañas. El perro es una buena manera de expresar esto. Me ha gustado mucho tu novela, me enganche y termine en el cap. 301. Gracias si puedes colgar mas. Aunque por lo que he visto en los comentarios seria imposible que me colgaras los dos tomos, ya que leo muy rapido y no me gusta esperar. Sin embargo. Esta vez se que la espera vale la pena.
Saludos desde Colombia!!!
Me dejas anonadado con tu entusiasmo y tu velocidad. Seguiré colgando todos los días, pero como todavía estoy trabajando en ella, por no haceros esperar de golpe, prefiero haceros esperar de a poquitos. Saludos D-Rock. :3
Muy bien hilada la historia, me imagino que el perro es el que oye en el capítulo 1, mientras Barbara intenta escapar del ataúd. Genial.
¡Muy observador! Creo que eres el primero que se da cuenta, o al menos el primero que lo expone abiertamente. Me gusta cuidar los detalles y dejar muchas pistas para que luego encaje todo bien suave. ¡Saludos Juan! Que tengas buena lectura :3
David.