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Bosque de coníferas al sur de la isla Nefesh
21 de octubre de 2008
Bárbara iba a la cabeza de ese pequeño pelotón de reconocimiento, caminando al trote, pensando en sus cosas, sin prestar mucha atención a quienes le acompañaban. Llevaban poco más de un kilómetro caminado, siempre dejando atrás al sol, por un terreno que inicialmente fue muy irregular, obligándoles a escalar por raíces descubiertas de aquellos enormes árboles cuando se volvía muy cuesta arriba, y ayudarse de las malas hierbas para descender, cuando la bajada era demasiado pronunciada. Ahora se encontraban en una zona mucho más llana, pero la vegetación a su alrededor era tan espesa que eran incapaces de saber hacia dónde se dirigían.
Desde entonces no habían visto más que un terreno aparentemente virgen, plagado de animalillos salvajes saltando de rama en rama, y con todo tipo de aves cantando alegremente en las copas de los árboles. Ahí el viento no era capaz de llegar, por culpa del espeso follaje, y el ambiente era realmente apacible; se empezaban a sentir cómodos, y a hacerse ilusiones. Nada les hacía pensar que se encontrasen en un lugar colonizado por el hombre, y por ende, un lugar al que la infección hubiese podido llegar.
Eso lo pensaban todos menos Christian, que sabía que aunque la isla estuviera virgen, como todo apuntaba a imaginar, realmente sí había un infectado danzando por los alrededores, al que se podrían encontrar en cualquier momento. El chico iba a la retaguardia del grupo, unos pasos por detrás de Carlos y Zoe, que caminaban codo con codo. No había abierto la boca desde que subieran al bote. No paraba de pensar en Morgan, sintiendo cierta congoja al ser el único que creía conocer el paradero del mismo, o cuanto menos la razón por la que les había abandonado. Sabía que también cabía la posibilidad de que se hubiera quitado la vida, a esas alturas, pero, y aún sin saber muy bien por qué, Christian estaba convencido de que no lo había hecho. En su interior se libraba una batalla de difícil resolución. Se creía en la necesidad de revelar ese secreto a alguno de los presentes, pero al mismo tiempo no quería traicionar la promesa que le había hecho a un hombre que a estas alturas bien podría haber perdido su condición de ser humano.
Zoe se había relajado un poco, maravillada por la belleza del paraje natural que les rodeaba. Ya no lloraba, y hacía bastante que había desistido en preguntar dónde estaba el policía, asumiendo como cierto que ninguno de sus compañeros tenía la respuesta a esa pregunta; todos parecían igualmente contrariados ante su ausencia. Se sentía halagada por que hubieran contado con ella para hacer esa especie de excursión de senderismo, pero al mismo tiempo tenía algo de miedo. Se había acostumbrado a que siempre que había el más mínimo peligro prescindieran de ella, y ahora que no lo habían hecho, pese a desconocer con qué podrían encontrarse entre esos árboles, lo echaba en falta.
Continuaron caminando en el más absoluto de los silencios, tal vez por la costumbre de ser sigilosos que habían aprendido durante su estancia en territorio hostil, o bien porque no tenían nada que decir. Tan solo Carlos y Bárbara de vez en cuando cruzaban alguna palabra, pero lo hacían en voz baja, y enseguida volvían a concentrarse en el camino. No tardando mucho más, llegaron a un gran claro de forma ovalada, donde los árboles parecían haberse puesto de acuerdo para no involucrarse, cediendo todo el terreno a la hierba, de al menos dos palmos de altura, de un verde intensísimo bajo los rayos del sol. Carlos chistó, llamándoles la atención. Todos le miraron, extrañados y en cierto modo asustados, pero ésta sensación se diluyó en cuanto vieron la expresión risueña de su cara.
Todos se acercaron a él, y éste señaló hacia el flanco oriental del claro, en una porción de suelo también llena de hierba, bajo un pino que a duras penas habría alcanzado el lustro. Observaron, con una mezcla de curiosidad y desilusión, lo que ahí se encontraba. Era una vaca, y estaba pastando tranquilamente, a la sombra de los árboles. No era la típica vaca de los tetrabriks de leche; ésta era marrón, color café con leche. Quisieron convencerse de que era un ejemplar salvaje, pero no pudieron evitar creer lo contrario. Si bien eso no tenía porque decir nada, podía sí hacerlo, y ello podría implicar malas noticias, incluso muy malas. Por otra parte, podía significar algo muy bueno, pues si realmente era salvaje, y había más como ella, no tendrían que preocuparse por la comida en mucho tiempo, si conseguían darle caza. Se escondieron tras unos matojos altos, tratando de evitar que el animal reparase en ellos, e hicieron un corrillo.
CARLOS – Voy a acercarme.
Todos le respondieron con su silencio, mostrando en cierto modo su indiferencia. Bárbara se mojó los labios.
BÁRBARA – Te acompaño. Será mejor que demos un rodeo para que no nos vea, y nos acercamos por detrás.
Carlos asintió inclinando la cabeza, y comenzó a caminar, rodeando el claro para evitar ser visto por el animal.
BÁRBARA – Vosotros quedaos aquí, ahora volvemos.
Christian la miró, pero ni siquiera se molestó en responderle. Zoe ya se había sentado en una la raíz sobresaliente del árbol junto al que se habían ocultado, y estaba atándose de nuevo el cordón de una de sus bambas, que se había aflojado durante el camino. Christian se sentó en el suelo, y se limitó a mirar a los dos adultos, caminando de puntillas por el perímetro del claro. Vio a la vaca levantar la cabeza de su tarea, otear a su alrededor, al tiempo que éstos se quedaban quietos tras un árbol, para luego seguir comiendo, como si nada hubiera pasado.
Una mariposa roja y negra se posó en el brazo desnudo de Zoe al tiempo que Carlos y Bárbara alcanzaban al animal. El insecto abrió y cerró sus alitas un par de veces antes de seguir su curso como si nada. Bárbara y Carlos, codo con codo, se pusieron a lado y lado del animal, que apartaba las moscas con rápidos latigazos de su cola. Tuvieron el tiempo justo para ver la marca a fuego de la yerra en su costado, una especie de media luna partida por una línea diagonal, antes de que el animal acabase por darse cuenta que no estaba solo, y saliera disparado, como si su vida dependiese de ello, emitiendo unos extraños sonidos que delataban su miedo.
Uno,si la vaca escapa tan rapido no me huele bien…
y dos,si morgan se tiro del barco para no ser una amenaza para sus compañeros sería una tonteria k fuera a la isla sabiendo que ellos irian para alli tambien,eso obviando que estaba herido,casi sin fuerzas,no aguantaria mucho nadando y para llegar a la isla sin que lo vieran tendría que dar un rodeo y acceder por otra zona….
El miedo y la cobardía son dos malos compañeros de viaje. Quería quitarse la vida, pero no le resultó tan fácil como pensaba. No obstante, no estaba dispuesto a quedarse con ellos, a sabiendas que era una bomba de relojería. Su elección fue quitarse de en medio para poder pensar con claridad. Qué hizo después, o cómo diablos lo hizo en el estado en el que se encontraba, es algo que se verá en su debido momento :3
De todas maneras a mi manera d pensar estando malherido como estaba no deberia llegar vivo a la isla,simplemente por el hecho de que las corrientes en «alta mar» son mucho mas fuertes de lo que a primera vista parece,el mar puede estar en calma a simple vista y por debajo de la superficie ser una trampa mortal y máxime cuando esa persona está herida…
Si de algo puedes estar segura, es que no le voy a faltar el respecto a las leyes de la física, de su agotamiento y del mero sentido común. Jugaré con coincidencias y eventualidades, pero siempre respetando la inteligencia del lector. Digamos… que me esfuerzo porque no puedas decir «si venga, claro, y qué más… no, así no, muy mal, me has defraudado» xDDDD
Es ni que lo digas. Hasta ahora has sido cuidadoso en ese aspecto, asi que no hay de que preocuparse. Lo preocupante aqui es que la vaca este marcada. Por otro lado, creo que zambullirse en el mar puede haber sido un alivio para Morgan y le pudo renovar las fuerzas para seguir adelante, dadas las propiedades del agua de mar. Lo digo por una conversacion que tuvimos anteriormente, no se si lo recuerdad, David.
Pero segun varias de ellas, Morgan aun tiene mucho que aportar.
Aunque por otro lado, pocas de mis especulaciones han logrado ser acertadas, asi que…ya veremos que sucede
Después de leer mucho a Stephen King, uno se sensibiliza bastante con el respeto a la inteligencia de los lectores xDD Me ha dado demasiadas patadas y ahora yo intento tratar a los míos con cariño por ese mismo motivo xD