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Bosque de coníferas al sur de la isla Nefesh
23 de octubre de 2008
Maya observaba con la boca entreabierta al canario que había en una rama cercana. El animalillo cantaba incansablemente, dando saltitos de un lado al otro; parecía contento. Era la primera vez que veía uno en libertad. Recordaba haber tenido uno igual, cuando era pequeña; llevaba un tiempo intentando recordar su nombre, pero le resultó imposible. El animalillo se fue volando, y enseguida lo perdió de vista.
Estaba sentada en el suelo, en una zona salpicada de una especie de césped salvaje, a la sombra de unos árboles bajos cuyo nombre desconocía. Hacía cerca de una hora que habían partido de la barca, y aunque ni lo había dicho ni lo diría, a esas alturas desconfiaba en cierta manera del sentido de la orientación de su pareja de viaje. Christian estaba también sentado en la hierba, a un par de metros de la chica. Bebía agua de una de las botellas que habían traído, mientras recuperaba el aliento por el esfuerzo efectuado. Estaba más que agotado de llevarla a cuestas durante tanto tiempo, pero sabía que no faltaría mucho para llegar a aquella misteriosa mansión, y ello le daba fuerzas para afrontar la última fase del trayecto. Lo peor que habían visto en todo el camino fue un perro muerto atascado entre dos rocas en el río que seguían. Era la cuarta vez que se paraban, y su intención era la de que fuese la última. Se levantó, y se dirigió hacia Maya.
CHRISTIAN – ¿Vamos?
MAYA – Descansa un poco más, no hay prisa.
CHRISTIAN – No, tranquila, está bien.
MAYA – ¿Seguro que no quieres recuperarte un poco más? La casa no se va a mover de ahí.
CHRISTIAN – Que no, en serio. Tengo prisa por llegar.
MAYA – Bueno.
El chico pasó un brazo por la hendidura de detrás de las rodillas de la chica, y colocó el otro en su espalda. Se disponía a levantarla, cuando ésta le apartó la mano, con una expresión de sorpresa en la cara. Christian la miró, sin comprenderla.
MAYA – Quieto.
CHRISTIAN – ¿Qué pasa?
Maya se llevó el índice de la mano a los labios, exigiendo silencio. Ambos se quedaron expectantes unos segundos, y al ver que no ocurría nada, Christian pidió explicaciones a Maya alzando los hombros y agitando levemente la cabeza. Maya aguardó medio minuto más, con la mirada perdida, con la expresión estúpida que adopta quien espera escuchar algo que no llega.
MAYA – Me ha paresido oír algo…
CHRISTIAN – Sería el viento. Yo no he oído nada.
MAYA – No, no era el viento. Era como… Ay, no sé. Juraría que era alguien… gritando.
Christian arrugó la frente. Desde que partieran había temido encontrarse con Morgan por el camino, y que éste acabase por dar buena cuenta de ellos, dándose un gran festín. Hasta el momento había conseguido alejar esa idea de la cabeza, pero ahora, con lo que había dicho Maya, volvía con más fuerza que nunca.
CHRISTIAN – Será mejor que nos vayamos, cuanto antes.
MAYA – Deberíamos gritar, para haserle saber dónde estamos.
Christian soltó una leve carcajada. Al comprobar que Maya no le estaba intentando gastar una broma, aún se puso más nervioso.
CHRISTIAN – No… no creo que sea buena idea.
Poco a poco y sin darse cuenta iba transmitiendo su temor a su compañera.
MAYA – ¿Pero… y si son ellos?
CHRISTIAN – ¿Y si no lo son, qué?
Maya se rascó la cabeza.
MAYA – Supongo que tienes rasón…
CHRISTIAN – Pues eso, vayámonos de aquí. Me está empezando a entrar mal rollo.
Maya sujetó la caja con los víveres y Christian la levantó, como si no pesara nada, y comenzó a caminar en la misma dirección que había llevado hasta el momento. No había avanzado ni diez pasos cuando paró en seco. Ahora él también lo había oído.
MAYA – Eso, eso es lo que oí antes.
Quietos como estaban, pudieron oír con total claridad otra vez ese sonido. Ambos concluyeron que no decía nada en claro; parecía poco más que un berrido de protesta. De lo que sí estaban seguros era que no lo había hecho un animal, sino una persona. Se sintieron tentados a responderle, de manera instintiva, pero ambos se quedaron en el más estricto silencio, a duras penas haciendo el ruido necesario para respirar. Lo escucharon otra vez, y aunque sabían que se trataba de mera sugestión, ambos creyeron que estaba más cerca que antes.
CHRISTIAN – Vámonos de aquí.
Christian comenzó a correr, con la chica a cuestas. El esfuerzo era triple, tanto por el hecho de correr, como por el peso de la chica y porque ese tramo del camino tenía una ligera pendiente ascendente, que hacía todavía más difícil el paseo. Lo escucharon otras dos veces, y ello no hizo más que apurar el paso del chico, que estaba más que asustado a esas alturas. Siguió así, cada vez más lento, cada vez más agotado, y llegó un momento, cuando habían pasado varios minutos, que paró en seco, en medio de un claro donde llegaba el sol.
CHRISTIAN – No puedo más.
Dejó a Maya sobre el suelo, y se quedó arrodillado frente a ella, respirando agitadamente. A Maya había dejado de importarle ser un fardo para el chico, en cuanto aquellos gritos se habían vuelto más cercanos de la cuenta. Quería alejarse de ahí cuanto antes, pero entendía el agotamiento de su compañero. Christian se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano. Levantó la mirada, y al ver la expresión de la cara de la chica, el corazón le dio un vuelco. Se dio media vuelta y le vio.
CHRISTIAN – Me cago en Dios…
No había ningún motivo que lo corroborara, pero ambos estaban seguros de que había sido él el que había hecho aquellos extraños ruidos anteriormente. Ahora estaba callado, al igual que lo había estado mientras les perseguía, sin que ellos se dieran cuenta. Ahora corría, con la boca entreabierta, de la que se escapaba un hilillo de babas que llegaban incluso a mancharle la oreja. Maya y Christian cruzaron las miradas durante un instante, y ambos se dieron cuenta que lo tendrían muy difícil para salir de esa.
D:
oh bueno, seguro que parece el tipo de la mansion y le pega un tiro al infectado o algo asi u.u
Ya he empezado con el Tomo II. Me encanta la idea de dividirlos y no saber que pasa con ellos
Y cómo siempre, aquí estoy dandote la lata:
«El chico pasó un brazo por la hendidura de detrás de las rodillas de la chica, y colocó el otro en su espalda»
«Christian levantó a Maya como si no pesara nada, le dio la caja con los víveres»
¿Con que mano le dio la caja de víveres? 🙂 Tal vez sería más natural que fuera Maya quién cogiera la caja
¡Es que se me olvidó decir que Christian tenía tres brazos!
Buena apreciación, Julio 😉
David.