2×408 – Recogiendo

Publicado: 29/11/2011 en Al otro lado de la vida

408

Mansión de Nemesio, isla Nefesh

20 de octubre de 2008

 

Nemesio estaba sentado a la cabecera de la enorme mesa del comedor, con la boca llena, sin parar de masticar. Abril se encontraba a su lado, sentada en otra de aquellas lujosas y polvorientas sillas, en el lado de la mesa que daba la espalda a la pared con las ventanas desde las que se veía el exterior a través de las finas cortinas blancas. Bruma estaba en el suelo, también atiborrándose.

Abril había encontrado mucha fruta y mucha verdura en aquél invernadero, pero la mayoría estaban echadas a perder por no haberlas cogido a tiempo. Dio una vuelta por los alrededores y vio no muy lejos unas zarzamoras que habían colonizado una extensa zona junto a unos cuantos pinos. Resultaba obvio que nadie se había acercado a los alrededores en años, y aquello se había extendido como la pólvora. Se le hizo la boca agua al ver tal cantidad de moras, y eso que ni siquiera le gustaban. Recogió incluso unas cuantas setas antes de volver a la mansión. Llenó por completo la barriga de la camisa que llevaba, que utilizó a modo de saco, hasta que ya no cupo nada más, siempre con un ojo mirando por encima del hombro y con el penetrante ruido de la cascada de fondo.

Cuando volvió a la mansión Nemesio estaba en el comedor, sentado en una silla, acariciándole la cabeza a su perra, que parecía bastante cansada. Abril compartió con él su botín, del que aún podrían echar mano varios días más. No era la dieta más variada y correcta, pero serviría para saciar el hambre y para mantenerles varios días sin mucho de lo que preocuparse.

Si bien el jugo de los frutos que comió le hizo mucho bien, seguía teniendo sed. Había comido hasta hartarse, y ahora lo que quería era beber agua. Llevaba ya mucho rato dándole vueltas en la cabeza. ¿Por qué no había bebido en primera instancia? Porque temía que el agua estuviera infectada, sencillamente. Había visto los noticiarios en la televisión, cuando anunciaban el brote original en la península, en Sheol, y recordaba haber visto una escena en la que recogían un cuerpo sin vida del río, de un hombre mutilado que se había quedado atascado entre dos grandes rocas. En el camino hacia la mansión no pudo quitarse esa imagen de la cabeza, y al saber que el agua venía del río, algo dentro de sí le dijo que no debía beber.

Se levantó de la silla, y caminó hacia una de las ventanas. Nemesio seguía comiendo, pese a que hacía un buen rato que no le cabía nada más en el estómago. Abril apartó con la mano la cortina, y miró al exterior. En un par de horas se haría de noche, y eso le intranquilizó. Ella jugaba con ventaja; la infección había llegado a la isla mucho más tarde que al resto del mundo. Ella sabía muchas cosas que las primeras víctimas desconocían. Sabía que los infectados eran cazadores nocturnos, y temía que pudieran sorprenderlos cuando se ocultase el sol.

ABRIL – Hay que asegurar las ventanas.

NEMESIO – No hace falta.

Abril se giró hacia el anciano, que hablaba con la boca llena. Esperó que tragase para seguir.

ABRIL – ¿Cómo que no hace falta?

NEMESIO – Cuando uno tiene una mansión de este tipo, no pone ventanas que se rompan fácilmente.

Abril le miró. Empezaba a disgustarle su timbre de voz, y se lamentó al saber que tendría que convivir con él de ahí en adelante.

ABRIL – Da igual, no… me fío. Tienes… tableros o… maderas y clavos o…

NEMESIO – ¿Qué quieres hacer, como en las películas?

ABRIL – Quiero dormir tranquila, eso es todo.

NEMESIO – Sí que hay. En la azotea hay un montón de madera, y herramientas… debería de haber… también, ahí mismo. Pero que ya te digo, aquí no va a entrar nadie que no esté invitado.

Abril le miró y salió del salón. Estornudó otra vez. Subió por primera vez las escaleras, asustada al escuchar cómo gruñían a su paso, evitando tocar las barandillas para no mancharse las manos. Era consciente que si alguno de ellos hubiese sido alérgico al polvo, no habría podido quedarse. El piso de arriba era aún mayor que la planta baja. Estuvo fisgoneando puerta tras puerta, por los pasillos, antes de dar con la escalera que le llevaría a la azotea. La mansión aún parecía más grande desde dentro, y había llegado a ver hasta cinco dormitorios, cada cual con su baño independiente, antes de cansarse de abrir puertas. Una especie de espíritu aventurero infantil le empujaba a mirarlo todo y entrar en todos sitios, pero tenía un propósito, y pocas horas de sol.

Nada más entrar, estuvo a punto de gritar al sentir cómo una enorme telaraña se le pegaba a la cara y al pelo. Se apresuró a quitársela de encima y echó un vistazo alrededor. Grandes haces de luz entraban como dedos blancos por las ventanas-lucernario que habían desperdigadas por la pared inclinada que delataba dónde comenzaba la cubierta. Cientos de diminutos puntitos blancos flotaban por el aire, haciendo que el haz de luz pareciese físico. Si abajo estaba todo sucio y lleno de polvo, ahí había al menos cinco veces más de suciedad, y mucha más fauna, a juzgar por la cantidad de telarañas.

Docenas y docenas de cajas de cartón roídas por las esquinas, cajas de madera apiladas unas sobre otras, pilas de periódicos viejos y artilugios de anticuario de todo tipo. En el extremo más alejado, después de haber tenido que sortear hasta cinco telarañas tan altas como ella, encontró lo que buscaba. Había madera suficiente para tapiar todas las puertas y todas las ventanas de la casa. Y varias cajas llenas de clavos y una caja de herramientas tan pesada que dudaba incluso ser capaz de levantarla ella sola. Agarró varios tableros de los más cortos, un martillo y una caja de clavos, dispuesta a comenzar cuanto antes con el trabajo. Se tragó otro par de telarañas en el corto camino de vuelta a la escalera, sintiendo más ganas que nunca de tomar una ducha.

comentarios
  1. lulu dice:

    El piso de arriba era aún mayor que la planta baja.

    Ya no lo recuerdo bien, pero por la descripción que hiciste de la mansión, eso no es posible ?no?

    • La planta baja tiene un porche perimetral que no se considera como tal parte de dicha planta, más bien un lugar semiexterior, que queda cubierto por dicha primera planta. En cuando al cómputo de metros cuadrados y a la percepción del que trastea por ahí, es mayor, tal como la panteé. Únicamente por el tema de los porches cubiertos.

      David.

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