410
Mansión de Nemesio, isla Nefesh
21 de octubre de 2008
ABRIL – ¿Qué ha pasado?
Nemesio se secó las lágrimas con el dorso de la mano. La perra tenía un aspecto lamentable, con los ojos abiertos y la lengua flácida, colgándole. A Abril se le vino a la cabeza la imagen del can corriendo hacia el pequeño lago que había bajo la cascada, bebiendo afanosamente aquella agua. Se le erizaron los vellos de sus delgados brazos de piel canela.
NEMESIO – No lo sé, no… no… no…
Abril se acercó, y arrebató al animal de los brazos de su dueño. No hizo más que confirmar lo obvio.
ABRIL – Lo siento, abuelo…
Nemesio agachó la cabeza; ya no lloraba.
NEMESIO – Pero si estaba la mar de bien, no lo entiendo… de verdad que no lo entiendo. Todo estaba yendo… demasiado bien, no…
ABRIL – ¿Tú cómo estás?
El anciano levantó de nuevo la mirada. Se llevó una mano a la calva y comenzó a acariciarse.
NEMESIO – ¿Qué cómo estoy? Estoy mal joder, muy mal…
ABRIL – No, digo que… si se encuentra bien.
Nemesio arrugó la frente, porque no entendía la pregunta. Abril tenía su propia teoría, y se sentía en la necesidad de echarla por tierra cuanto antes.
NEMESIO – Sí. ¿Pero eso qué importa ahora? Maldita sea…
Pasaron el resto de la mañana en silencio. Abril se encargó de deshacerse del cuerpo de la perra, que era mucho más pesada de lo que había imaginado. Nemesio no quiso saber lo que había hecho con él; ella se limitó a echarlo al río, el mismo río que sospechaba le había arrebatado la vida. De todas maneras, había ocurrido demasiado rápido. Había muchas cosas que no entendía, pero Nemesio parecía estar bien, de modo que durante el resto del día trató de restarle importancia.
Recolectó algo más de comida y desayunaron en la sala de la chimenea, en la misma mesa en la que habían cenado la noche anterior, en la que aún quedaban los restos de cera de las velas que habían utilizado para iluminarse una vez se puso el sol. La casa tenía instalación eléctrica, pero no funcionaba. La línea estaba dada de baja desde hacía más de una década, y aún más tiempo hacía que nadie revisaba la instalación.
Nemesio pasó toda la mañana cabizbajo, sin mediar palabra con su compañera. Se le veía muy afectado por la muerte de su fiel guía, y ello le trastornó incluso la alimentación, pues apenas probó bocado. Abril aprovechó el resto de la mañana y parte de la tarde para revisar más a fondo la mansión. Aunque todo estaba sucio, ello no mancillaba la belleza y la magnificencia de aquella especie de palacio. Llegó a entrar a más de dos docenas de habitaciones, muchas de las cuales ni siquiera llegó a saber para qué habían servido en su momento. Contó hasta ocho dormitorios, cada cual con su cuarto de baño, y al menos media docena de baños más repartidos por ambas plantas.
Encontró la puerta de salida a una enorme terraza con escaleras y una gran mesa de piedra en la planta primera, con jardineras por doquier en las que a duras penas quedaba un poco de tierra. Las vistas desde ahí eran preciosas. Todo era enorme, todo estaba cuidado al milímetro. Sobrecogía incluso llevando tanto tiempo abandonada a su suerte. Le extrañó que ningún vándalo hubiera decidido colarse y robar, pues había mucho a lo que echar mano, y todo parecía muy caro. O cuanto menos okuparla, vacía y abandonada como estaba. Supuso que nadie en todo ese tiempo habría llegado tan lejos de la ciudad, pero se le antojó difícil de creer. Desde ahí vio otra pequeña construcción de madera que se le había pasado por alto en sus frecuentes viajes en busca de comida. Estaba oculta por un espeso follaje que la ocultaba hasta hacerla prácticamente invisible.
A media tarde se atrevió a salir y dirigirse hacia ahí, por el mero hecho de saciar su curiosidad y matar el aburrimiento. Desde que llegaron había olvidado lo que era tener miedo. Las primeras veces salía de la mansión con el corazón en un puño, temiendo encontrarse con un infectado detrás de cualquier tronco de árbol, pero poco a poco fue perdiendo esa aprensión, al comprobar que ese en realidad era un lugar seguro.
Al acercarse perdió por un momento esa seguridad. Ahí dentro eran todo tinieblas. Pero se atrevió, y entro. No era más que una caballeriza, vieja, sucia y abandonada. Había aguantado bastante mejor que el invernadero, pues mantenía intacta su estructura, pero la vegetación había dado buena cuenta de ella. Era un lugar fresco y agradable, pero se echaba en falta la presencia de los animales. Recordó con nostalgia las clases de equitación de su infancia; había estado en muchas caballerizas como esa. Gran parte del material todavía permanecía en su sitio, eso sí, cubierto de una capa de polvo y lleno de telarañas. Pero para entonces ya se estaba haciendo tarde y decidió volver, para pasar la noche. Al día siguiente pretendía ampliar un poco más el radio de búsqueda de alimentos, para tener una dieta más rica. Fue cuando volvió a entrar, cuando el sol ya estaba muy bajo, cuando descubrió que algo no andaba bien.
Escuchó un ruido que no le gustó nada, y se apresuró a colocar el armario trabando la puerta, antes ir a ver qué ocurría. Provenía del salón principal. Nemesio seguía sentado en la vieja mecedora donde ella recordaba haberlo visto por última vez antes de abandonar la casa. El violín, que había estado tocando casi toda la tarde, yacía tirado en el suelo, a sus pies. El anciano estaba agarrado a uno de los brazos de la mecedora, con la cabeza echada hacia abajo. Abril fue corriendo a ver qué le ocurría, a tiempo de verle vomitar de nuevo. Se paró en seco, y un escalofrío le recorrió la espalda. Nemesio se giró hacia ella, con la cara desencajada y un rictus de tristeza en los labios, de los que manaba un hilillo de sangre mezclada con saliva.
Agua infectada, ¿no? Siendo así, alguno de los infectados tuvo que caer al río, pero de todas formas no me explico como dejó beber a Nemesio si sospechaba que el agua estaba infectada, sobre todo después del curre que se dio para sacarlo de la fábrica desde mi punto la perra era un sujeto de pruebas más que excelente.
Pero, y digo pero, porque aun existe la posibilidad de que salvara a Nemesio con la única intención de que la guiara hasta la mansión para luego deshacerse de él, en cuyo caso dejar que bebiese de ese agua infectada era la mejor opción, sin rastro, sin forma de acusarla, y con una defensa que se sostiene sola: No me dí cuenta.
Por cierto David, muy buena la novela, te lo he dicho en otras ocasiones, me parece una novela fantástica, sigue así, y quizá en unos años seas un escritor de «Best sellers», muchísimas gracias por dejarnos disfrutar de esta obra de arte de forma gratuita, ya que últimamente y por desgracia en España la cultura es muy cara.
Gracias de nuevo
Esta de nuevo es una de las cosas que quedarán explicadas con pelos y detalles más adelante, en el momento adecuado, no es parte de un farol ni nada gratuito, Por ahora sólo os podéis guiar por la información que he ido narrando, no obstante. Al respecto de Abril… piensa más bien que le cupo la sospecha, pero dentro de lo remoto que pudiera ser, y el contexto hizo el resto. El que ella no bebiese la deja en muy mal posición, pero te invito a que no mal pienses de ella.
Gracias por tus palabras de ánimo, para mi la mejor recompensa es que te lo pases bien leyendo y disfrutes con ello, no puedo estar más satisfecho n_n
David.