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Patio de la escuela pública de Bayit, ciudad de Nefesh
7 de diciembre de 2008
Zoe mataba el tiempo pisoteando las hojas secas que había acumuladas en la intersección de los dos muros, gozando al escucharlas crujir bajo sus pies. Era un gesto igual de estúpido que hacer estallar las burbujitas del papel de embalaje de objetos frágiles, pero ella se lo estaba pasando en grande. Ío estaba sentada en el suelo a unos pocos metros de ahí, leyendo uno de los libros de la biblioteca de Maya, con la espalda apoyada contra uno de los muros de la escuela. A ella no le molestaba lo más mínimo el ruido que provocaba la pequeña.
El sol ya estaba cerca de la línea del horizonte y pronto se encenderían las farolas. Sus compañeros de juegos hacía cerca de media hora que las habían dejado solas. Jugaron cuatro partidas, tres de las cuales ganó el equipo de Ío y Zoe. La joven sorda había demostrado un dominio de la técnica y una velocidad envidiables, dando fe de que la mutilación de aquellos dos dedos de su mano derecha no había mermado en absoluto su dominio del balón. Christian se había mostrado algo molesto al perder tres veces contra dos niñas, una de las cuales a duras penas le llegaba al hombro, y decidió adelantar su turno en el centro de día en compañía de la chica isleña, argumentando que Marion podría precisar de su ayuda, ya que estaba ella sola al cargo de los veinte bebés, del pequeño Josete y de Carboncillo.
El relativo silencio que había reinado en el patio de la escuela, sólo roto por el esporádico crujir de las hojas, se quebró con el sonido distante de un vehículo de motor trabajando a toda potencia. Ío no levantó la mirada de su libro. Zoe corrió hacia la verja sur y se aferró de nuevo al entramado metálico. La pendiente de la calle le hizo dudar por un momento de que lo que estaba viendo fuese real. Daba la impresión que aquél imponente velero estuviese navegando por la carretera. Enseguida emergió el frontal de la vieja furgoneta Volkswagen por encima de la rasante, y pese a la generosa distancia que aún les separaba, la pequeña reconoció a Bárbara y a Carlos en sendos asientos frontales. Ío levantó la mirada de su libro, dobló la esquina superior de la hoja por la que iba, y la acompañó.
Agitadas y excitadas ante la perspectiva de lo que estaba por venir, corrieron a abrirles. La furgoneta llegó al camino de tierra y transitó por él muy lentamente, arrastrando el remolque sobre el que descansaba aquella pesada e invaluable carga. Carlos tuvo que hacer un par de maniobras algo complejas para conseguir encarar la furgoneta a aquellos portones abiertos de par en par, pero finalmente lo consiguió. Los presentes se encargaron de cerrarlos a su paso. Para entonces Marion, Maya, Josete y Juanjo ya se habían acercado a dar la bienvenida a los recién llegados y a curiosear el barco del que tanto se había hablado durante la hora de la comida. Christian se había quedado en el centro de día al cargo de los bebés. Carlos guió el navío hasta el centro de la pista en la que hasta hacía poco habían estado jugando los más jóvenes y echó el freno de mano a la furgoneta. La misión había sido todo un éxito.
Zoe e Ío fueron las primeras en subir, sin apenas haberse molestado en saludar a los recién llegados, de tan inquietas que estaban. Bárbara las miró, con una tímida sonrisa en los labios. Era una sensación agridulce ver a la más pequeña tan ilusionada con los cambios que estaban produciéndose en el grupo. Era consciente que pronto ello se traduciría en un problema mayúsculo.
Carlos hizo de maestro de ceremonias, presentando el hallazgo a los presentes. Su ánimo había mejorado considerablemente, ahora que se había quitado ese peso de encima, e incluso consiguió apaciguar a Marion, que se había mostrado bastante disgustada desde el mediodía.
Unos minutos más tarde, incluso Paris hizo acto de presencia. El dinamitero se acercó al corrillo que había junto a la popa del barco, en el que Bárbara, Carlos y Darío charlaban tranquilamente. Los dos varones compartían sus propias experiencias marítimas, como dos viejos lobos de mar, mientras la profesora les escuchaba con atención. De fondo sonaban las voces y las risas de los demás que pululaban a sus anchas por la cubierta y las otras salas del barco. Bárbara se alejó de los dos charlatanes y se acercó al dinamitero, que la reclamaba.
PARIS – ¿Así que era esto de lo que no queríais que nos enteráramos?
Bárbara se limitó a sonreír. En el tiempo que llevaban conviviendo, habían acabado aprendiendo a tolerarse mutuamente, pese a las más que evidentes discrepancias que les separaban.
BÁRBARA – ¿Qué te parece?
El dinamitero tenía levantado el mentón, con aquella papada hipnótica colgando debajo. Alzó sutilmente la barbilla, juntando ambos labios mientras asentía levemente.
PARIS – No está nada mal. En absoluto. Pensé que sería… más pequeño. Este es mejor incluso del que hice volar yo con todos esos hijos de puta encima. Y mira que ese era un yate… importante, de gente de pasta. Pero éste es mucho más grande. ¿Dónde lo vais a dejar?
BÁRBARA – Aquí. Por la otra puerta no va a caber. Y… no hay otro sitio por el que lo podamos meter.
Paris no pareció muy satisfecho con la respuesta. Con las vallas metálicas de la escuela, totalmente permeables a la visión, y la más que considerable altura que tenía el velero sobre el remolque, cualquiera que se acercase a Bayit podría verlo con facilidad. Aunque eso ocurriría muy raramente, habida cuenta de los pocos supervivientes que debían quedar en la isla a esas alturas. Un infectado no le daría más importancia a ese barco de la que se la daría a un platillo volante lleno de marcianos.
BÁRBARA – Además, sólo va a pasar aquí una noche.
Aquella revelación hizo que el dinamitero se mostrase sorprendido. Bárbara tenía las ideas muy claras.
Buenas !!
Y no hubiera sido más fácil llevarlo al puerto, no entiendo esa maniobra ! Total ya no hay supervivientes, no ? Nadie va a robarlo !! O piensan irse ya al día siguiente……. Qué precipitado todo……..
La única posibilidad que tiene de reencontrarse con su hermano, la única real y accesible, es ese barco. Sea como fuere, el barco tenía que pasar por Bayit para que cargasen todo lo que se van a llevar y lo acondicionasen como es debido. Allí donde estaba raramente lo habría encontrado nadie, pero en el puerto… ¿quién sabe si no hay por ahí más supervivientes ocultos en las sombras? Ella desde luego no, y no está dispuesta a dejar nada al azar.
¿Precipitado? Totalmente. Bárbara está tan ilusionada y nerviosa ante la idea de volver a ver a Guillermo, que está actuando más por impulso que con la cabeza. Pero hasta ahora se le ha dado bastante bien…
Al respecto de tu última reflexión. Has pensado lo mismo que pensó Paris. Fíjate en el título del capítulo. Si no tuviera la manía de escribir una única palabra, el título hubiese sido «Sólo una noche». No te digo nada y te lo digo todo. xD
David.
Es verdad, nunca se sabe quién puede andar por ahí y es más cómodo para ellos llevarlo a Bayit, gracias por el apunte 😉
Veremos qué ocurre, pero no lo veo tan fácil !! Esto promete 😃 !! Muchas incógnitas y reacciones a esa partida……..
Es evidente que en la narración no se puede exponer el 100% de lo que ocurre en el día a día, desde cuándo van al servicio, hasta la última conversación a altas horas de la madrugada. Siempre me esfuerzo por señalar las conversaciones relevantes, o las que mejor expongan la situación, pero al mismo tiempo, me guardo para mi cientos de pequeños detalles que luego se exponen en segundo plano al observar las reacciones o por menciones que ellos mismos hagan a conversaciones o situaciones que en realidad nunca han sido expuestas como tales en la narración. Este es un buen ejemplo. Hay una conversación distendida en la que se exponen los pros y los contras de ir a buscar el barco, la posibilidad de llevar directamente ahí todo con una furgoneta y que el barco vaya directamente de la nave al puerto, quién irá en cada misión… Pero eso es tedioso para exponerlo en el texto, y por ello sólo expongo la conclusión en forma de acción literal, esforzándome porque el lector asuma todos esos factores que están en segundo plano, asumiendo que están, aunque no los vean, en base a las reacciones y las decisiones de los personajes en tiempo real.
Tus reflexiones son tanto o más válidas porque son las mismas que en su momento habrían estado sobre la mesa mientras Carlos y Bárbara discutían al respecto. Pero yo sólo he mostrado las consecuencias. Y no por ello otra propuesta alternativa dejaría de tener más sentido. Pero ellos son imperfectos y aún alto temerarios, y raramente sus conclusiones serán igual que las vuestras. ¡E incluso que las mías! Yo creo que me parecería más a Morgan en ese aspecto. Pero ahí está la magia, que cada personaje sea un mundo en sí mismo.
Viéndolos así de a poquitos, entiendo que estos capítulos sepan a poco. Pensad que el libro está hecho para leerlo en un ebook o en formato físico, y que la dramática espera que estáis sufriendo vosotros no tendría cabida. En los siguientes y sobre todo a mitad del arco, las cosas van adquiriendo otro color y tienen más chicha que el mero preparativo, que al fin y al cabo es lo que está ocurriendo ahora.
¡Saludos cordiales a tod@s!
David.
Hola chicos, he desconectado un poco de la lectura, pero hoy me pongo al día de todo.
Me parece muy bien que se lleven el barco a Bayit, creo que ellos tienen la mosca detrás de la oreja de que no están solos en la isla y mejor prevenir que curar.
Voy a seguir leyendo, qué emocionante poder leer 3 capis seguidos y encima poderlos ir comentando sobre la marcha.
Espero que hayáis pasado una feliz semana santa. Hasta ahoraaaa.
Sonia.
Tanto mejor que te parezca sensata la decisión. Pero cualquier toque de atención es igualmente bienvenido, que se me pueden pasar cosas por alto, y vostotr@s sois muy perspicaces. xD
David.