3×981 – Roble

Publicado: 23/07/2015 en Al otro lado de la vida

981

Campamento de refugiados a las afueras de Midbar

1 de octubre de 2008

Fue una muerte limpia. Jacinto no tuvo ocasión siquiera de sentir dolor ni de discernir el origen del fuego amigo que acabó con su vida.

La ráfaga procedía del subfusil de uno de los militares del campamento, que mantuvo apretado el gatillo mientras trataba en vano de deshacerse de una horda de infectados de los que habían entrado por el primer módulo del vallado que se vino abajo ante el abrumador peso de todos aquellos cuerpos exaltados y sudorosos que arrasaron con todo a su paso.

A decir verdad, él no sufrió mejor fortuna que Jacinto, sino todo lo contrario. Tan pronto cayó al suelo seis de aquellas bestias se abalanzaron sobre él y comenzaron a devorarle, aún con vida. Uno de ellos consiguió arrancarle un brazo y se lo llevó consigo, mientras los demás le destripaban sin contemplaciones para acto seguido alimentarse de sus entrañas crudas mientras todavía agonizaba. Pese a que su dentadura, tras siglos de evolución, había perdido parte de su eficiencia para ese tipo de trabajo, los infectados no parecían tener mayores problemas para imitar a sus ancestros, y aún menos cuando lo hacían en grupos tan numerosos.

Olga y Gustavo lo presenciaron todo en primera fila. Jacinto les había dejado encerrados en uno de los módulos de servicios higiénicos, para partir acto seguido en busca de ayuda para poder sacarles de aquél infierno. Todo había ocurrido demasiado rápido. Tras el infernal rumor creciente de pisotones que les anunció lo cerca que estaba el fin, enseguida vieron emerger aquella masa humana procedente de la gran ciudad. Huir no fue en ningún momento una opción real, y enseguida les rodearon. Los soldados trataron no en vano de acabar con ellos antes que echasen abajo el vallado, e incluso llegaron a segar la vida de más de dos docenas, pero la fuerza y el frenesí de aquellas bestias fue mucho más fuerte, y en cuanto se abrió la primera brecha en el perímetro, ya no hubo lugar al que huir. Los dos hermanos se habían salvado por estar ocultos en aquella caseta de obra, junto a otros tantos civiles. Quienes se encontraban en cualquiera de las carpas cuando todo empezó no tuvieron tanta suerte.

El joven arquero gritó al ver cómo el cuerpo ya sin vida de su padre, con numerosas heridas de bala en el tórax, caía a plomo al suelo terroso junto a aquellos pinos jóvenes. Olga cerró fuertemente los ojos, consciente de que Jacinto había dado la vida por ellos, y que de no ser por su rápida reacción, ahora ella y su hermano se encontrarían en una situación semejante a la de los cientos de civiles que corrían de un lado a otro intentando evitar el mordisco fatal de alguno de los innumerables infectados que habían conseguido acceder al campamento.

Por alguna extraña razón, los infectados ignoraron por completo el cadáver de Jacinto. Era de un calibre semejante el hervidero de personas aterradas que corrían de un lado a otro, que un cuerpo inerte en el suelo no suponía el menor aliciente para ellos. Siempre gustaban más de ganarse el alimento luchando, y si éste ofrecía resistencia, parecían disfrutarlo incluso más. Olga atrajo al destrozado Gustavo hacia sí, tratando de tranquilizarle. La reacción del chico no fue para nada lo que ella hubiera podido esperar. El joven arquero la apartó de sí violentamente, y empezó a hacerse paso a empujones entre los demás ocupantes del módulo del servicio higiénico. Olga no daba crédito; su hermano se dirigía hacia la puerta de entrada, y por ende, a una muerte segura.

Era semejante el número de personas que se habían agolpado ahí que tan solo tuvo que agarrarle por la muñeca, y tirar fuertemente de él. Tuvo incluso que abofetearle y gritarle a la cara para quitarle de la cabeza la idea de ir a buscar a su padre, por el que ninguno de los dos podía hacer ya nada. El dolor en la mejilla pareció surtir efecto, pues él mismo la abrazó y comenzó a llorar de nuevo, aunque algo más tranquilo.

Junto a ellos, encerrados en la sala principal del lavabo femenino de civiles, habían otras veintisiete personas. Ellos fueron de los primeros en entrar, y habían quedado relegados al fondo, donde se encontraba la ventana desde la que presenciaron el momento en el que se quedaron definitivamente huérfanos. Un hombre de entre tantos que había fuera tratando de salvar la vida intentó abrir la puerta, pidiendo auxilio a quienes había al otro lado. Sin embargo, quienes estaban dentro se hicieron fuertes tras la puerta, impidiéndole el paso, temerosos de que con él pudiese colarse también alguno de los muchos infectados que no paraban de acceder al recinto vallado.

Con lo que no contaban ellos era con que aquél hombre había sustraído el arma a uno de los militares que habían perecido a manos de los infectados. Aquél hombre, ni corto ni perezoso, disparó a bocajarro a la endeble puerta, segando al tiempo la vida de dos de las personas que se encontraban al otro lado e hiriendo a otras cuatro. La abrió de una patada, mientras quienes habían sobrevivido a los disparos se apartaban entre gritos y llantos. No tuvo ocasión siquiera de entrar, pues una mujer infectada de avanzada edad, como si de un jugador de fútbol americano se tratase, le placó y le tiró al suelo, para acto seguido ponerse a horcajadas sobre él y comenzar a golpearle en la cara con los puños desnudos, partiéndole los dientes y llenándole de moratones. Varios infectados se acercaron, atraídos por los gritos, y un par de ellos entraron al lavabo, con no buenas intenciones.

Olga no se lo pensó dos veces, consciente de que tanto su vida como la de su hermano dependían de la decisión que tomara en los próximos segundos. Abrió la ventana, que por fortuna carecía de barrotes, y ayudó a Gustavo a salir. Acto seguido salió ella misma. A punto estuvo de perder su deportiva derecha cuando un infectado la agarró del pie. Gustavo tiró de ella, y ambos cayeron aparatosamente al suelo. Se encontraban a escasos diez metros del segundo módulo del vallado perimetral que había sucumbido al avance imparable de los infectados. Por fortuna, en ese momento ahí detrás no había nadie más que ellos dos.

La joven de los pendientes de perla se levantó a toda prisa del suelo, ayudó a su hermano a levantarse y le agarró de la mano, como acostumbraba a hacer años atrás siempre que cruzaban la calle juntos. Gustavo sintió el ímpetu con el que su hermana le agarraba de la mano, con tanta fuerza que incluso le hizo daño, pero se limitó a seguirle el paso. Ambos abandonaron el recinto vallado al tiempo que los últimos rayos de sol se despedían en la línea del horizonte. Una joven infectada reparó en ellos y comenzó a seguirles a toda prisa. Por fortuna, un hombre mayor se cruzó en su camino, y al ver una presa más fácil, cambió el rumbo y les permitió seguir huyendo.

Los dos hermanos pasaron por encima de la valla caída y corrieron sin mirar atrás. Los infectados se comportaban como lo haría el agua libre, y tendían a seguir las pendientes descendentes, aunque quizá parte del motivo residía en que era en esa dirección hacia donde huía la mayoría de los pocos supervivientes que habían conseguido escapar de la masacre en el campamento de refugiados.

La elección del enclave, que hasta el momento les había parecido la mejor entre las posibles, hizo que las probabilidades de supervivencia de quienes huían del campamento para salvar sus vidas se redujese prácticamente a cero. Se encontraban a mitad de camino de ninguna parte, sin nada alrededor más que un terreno yermo y vacío, tan solo salpicado por algunos ocasionales matorrales y numerosas zonas pedregosas.

Olga enseguida lo tuvo claro. Huyendo a la desesperada como hacía el resto de refugiados no conseguirían nada. Ya habían visto desfallecer a más de uno para acabar en las garras de una de aquellas bestias, e imaginar que ellos iban a tener mejor suerte era excesivamente ingenuo, de modo que optó por la alternativa en apariencia más insensata: subir a la pequeña colina junto a la que habían edificado el refugio.

Ambos sortearon aquella gran excavación que los soldados habían hecho en la colina con el objeto de enterrar a los infectados. La joven de los pendientes de perla guió a su aterrorizado hermano hacia el único lugar que parecía ofrecer algo de cobijo ante aquellos engendros del mal: el viejo roble que había en la pequeña colina. Sin parar de mirar en derredor, temerosa que alguno de aquellos infectados les hubieran seguido, formó un estribo con las manos y ayudó a su hermano a trepar hasta la rama más baja. Él le echó una mano y le ayudó a subir, y ambos treparon hasta el punto más alto al que pudieron llegar sin temor a partir ninguna rama.

Desde ahí la panorámica era desoladora. Se repetían los disparos y los gritos agónicos de los pocos supervivientes que aún trataban de salvar la vida en el campamento fuertemente iluminado por todos aquellos focos. A lo lejos, se podía distinguir a la perfección la silueta de Sheol, cuyo incendio parecía crecer por momentos, iluminando el horizonte tal como lo había hecho el astro rey hacía escasos minutos. Ambos hermanos se abrazaron fuertemente, y no fue hasta entonces que Olga se vino abajo, y comenzó a llorar. En esta ocasión fue el turno de Gustavo para consolarla. Ahora tan solo se tenían el uno al otro.

comentarios
  1. gamab dice:

    Magnífico capítulo. Se echaba de menos ese gore, el detalle de tener alguien desesperado disparando a la puerta del baño me ha sorprendido. Buen relato!! ahora creo que el siguiente es el spoiler 😀

    • Gracias por la parte que me toca, lord Gamab. 🙂
      Más pronto que tarde llegará la pequeña tanda de capítulos que mencionas. Por fortuna, este fin de semana tengo libre, y trataré de darle un buen empujón, que últimamente no tengo tiempo de nada.

      David.

  2. Betty dice:

    Tenias razón David el capítulo de hoy no te deja ni respira, muy intenso!! 😃
    Espero qué marchen sobre ruedas todos los trabajos en tu nueva casa y no te preocupes yo ando igual de atareada con el trabajo y demás 😉

    Saludos

    Betty

  3. Carol dice:

    Hola, David. Me uno al resto. Capítulo tremendo!

    • ¡Eh, muchas gracias!

      No es un secreto reconocer que no soy muy amigo de este tipo de capítulos, pues, como buen condimento en un plato, un exceso del mismo puede echarlo a perder. No obstante, a mi me gustó cómo quedó, y aquí y a esta altura considero que aporta más que resta. Me alegra saber que disfrutaste con él. 🙂

      David.

  4. battysco dice:

    A mí también me ha encantado descubrir la historia de escape y huída de Olga y Gustavo. Ha quedado muy bien resuelto con la acción en la garganta en todo momento. Por más que pensaba cómo habían conseguido sobrevivir, no logré adelantarme a los acontecimientos. Felicidades!

    • No deja al mismo tiempo de ser interesante y una lástima, contar con tantos flashbacks y tantas historias entrelazadas. Para el lector voraz que disfrute con ello debe ser un regalo, pero es taaaan lento escribir un libro de una entidad coral tan exhaustiva… Espero que lo estéis gozando. Pronto la trama troncal se impondrá, y pese a que seguirá habiendo flashbacks, estos estarán tan íntimamente ligados a la evolución de la trama principal, o aportarán tanta información sobre las dudas que han ido surgiendo a lo largo de los dos libros anteriores, que ni lo parecerán. Vamos, que el prólogo se está acabando ya y empieza la chicha… El caso es que llevamos ya 175 páginas. xD

      David.

  5. Drock9999 dice:

    Vox populli…

    Gran capitulo! Aunque algo no me gusto: es cierto que Olga y Gustavo tienen sus inconvenientes con los infectados en su huida, pero van contra la corriente y, desde mi punto de vista, les dejaste muy fácil el escape.

    Por otra parte, mientras leía, creí que se refugiarían en la zanja, porque lo vi en una película: un soldado se refugia en una zanja de muertos y se mezcla con ellos para poder huir de sus captores.

    Pero ya me hacia falta un aumento de velocidad.

    D-Rock.

  6. Este tercer tomo será el menos apreciado por los amantes de la acción y el frenesí, pues es donde focalizo la atención indiscutiblemente en las tramas, y los infectados, poco a poco, pasan a un segundo plano. No obstante, aún quedan momentos muy tensos por vivir. 🙂

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