3×1007 – Curiosa

Publicado: 12/12/2015 en Al otro lado de la vida

1007

 

Cubierta del velero Nueva Esperanza

16 de diciembre de 2008

 

ZOE – ¡Hola! Yo me llamo Zoe.

Guille se limitó a observarla, con una expresión vacía en el rostro. La niña de la cinta violeta en la muñeca sintió como si el chico estuviese mirando más bien a través de ella. Zoe miró a Bárbara, algo contrariada al ver que el chico no respondía a su saludo. La profesora compartió una mirada cómplice con su hermano, y acto seguido le hizo un gesto a la niña para que se acercase. Ambas tomaron asiento en uno de los bancos de madera. La profesora puso una mano sobre su regazo.

La cubierta estaba perfectamente despejada. Bárbara desconocía cómo se las habían ingeniado para hacer hueco a todo cuanto habían traído de Bejor. Darío se estaba encargando de levar el ancla que les había inmovilizado durante cerca de veinticuatro horas en esa localización alejada de la costa, con la ayuda de Olga y Gustavo, que parecían haber hecho buenas migas con él durante la noche que habían pasado juntos. Carla aún no se había desperado.

La profesora le apartó un mechón de pelo a Zoe de la frente, y se lo colocó con el resto.

BÁRBARA – Cariño, quiero hablarte de Guille. Él… ahora no está del todo bien. Lo ha pasado muy mal, y aún no se ha recuperado del todo, como nosotras. ¿Lo comprendes?

La pequeña asintió, mirando a Guille por el rabillo del ojo, que ahora observaba entusiasmado cómo Darío se encargaba de extender una de aquellas enormes velas. El viejo pescador no tenía intención de perder ni un minuto en alejarse de Bejor.

BÁRBARA – Hace mucho tiempo que no habla, y ahora está todavía muy… delicado. Pero si le ayudamos entre todos…

La profesora tragó saliva.

BÁRBARA – … podrá recuperarse, y entonces podréis jugar juntos y ser amigos. Pero de momento… me gustaría pedirte que fueras paciente con él, que no le insistas si ves que no te hace caso, y… que le ayudes a sentirse cómodo. ¿Tú podrás hacerme ese favor?

ZOE – ¡Claro que sí!

La niña sonrió, y Bárbara sintió un nudo en el estómago. La adoraba, y hubiese dado cualquier cosa por verla jugar y reír con su sobrino. Al  fin y al cabo, tenían prácticamente la misma edad: Zoe era tan solo un mes y una semana mayor que él, y tan solo fue cuestión de apellidos que no acabasen incluso en la misma escuela.

BÁRBARA – Muchas gracias.

ZOE – ¡Ah! ¡Espera!

La niña corrió hacia las escaleras que llevaban a las dependencias inferiores. Bárbara la vio desaparecer, y se giró al ver cómo su hermano le hablaba. Hacía un escaso minuto que habían subido a bordo.

GUILLERMO – ¿Me puedo fiar de la niña?

BÁRBARA – Pongo la mano en el fuego por ella.

El investigador biomédico asintió vagamente, no demasiado convencido. Ambos se giraron al escuchar cómo Zoe subía atropelladamente las escaleras. Llevaba en la mano el cubo de Rubik que Víctor le había regalado; aquél que ni la propia Bárbara había sido capaz de resolver. La pequeña se aproximó a Guille y se lo ofreció, entusiasmada ante la idea de que ello pudiera traducirse en un estímulo positivo que le ayudase a recuperarse. El sobrino de Bárbara alcanzó a sujetarlo, y acto seguido se lo llevó a la nariz para husmearlo, en un gesto parecido al de un roedor, más que dispuesto a pegarle un bocado si lo que olía le parecía atractivo. Al comprobar que no era comestible se lo alejó de la cara y comenzó a inspeccionarlo, sin la menor idea de para qué servía, pero con bastante interés.

Gustavo, que hasta el momento había estado junto a su hermana prestando atención a las explicaciones de Darío sobre el funcionamiento de las velas, se acercó a ellos.

GUSTAVO – ¡Hombre, chaval! Bienvenido a bordo.

Gustavo le presentó la palma de su mano derecha a Guille, y éste, sin soltar el cubo, le dio una palmada con la mano contraria. Al joven arquero le había costado mucho enseñarle a hacer eso, y se sentía orgulloso. Él ya le conoció en ese estado, y habían pasado infinidad de horas juntos.

GUSTAVO – ¡Sí señor!

Bárbara creyó leer una sonrisa en el rostro del pequeño Guille, medio oculto por la capucha. Incluso en ese momento, era incapaz de asumir la envergadura de la dolencia que aquejaba al pequeño. Tan pronto parecía un alma en pena, que tan solo un chaval especialmente tímido. Fue precisamente en ese momento cuando comprendió que los demás no sospechasen que estuviera infectado, por más que a ella le resultase tan evidente. Si ya le habían conocido así, les debía resultar mucho más sencillo normalizar sus reacciones y asumirlas como parte de su personalidad traumatizada. Para Bárbara resultaba mucho más complicado, pues no era tarea fácil ver en él al sobrino al que tantas veces había hecho de canguro, al que había dado clase en la escuela y con quien había recibido la noticia de la petición de matrimonio de Enrique.

GUSTAVO – ¿Qué tienes ahí?

ZOE – Es un cubo de Rubik.

El joven arquero esbozó una sonrisa, rememorando tiempos mejores.

GUSTAVO – Yo era muy bueno con estas cosas.

ZOE – ¿Tú sabrías resolverlo?

GUSTAVO – Por supuesto.

ZOE – Y me… ¿nos podrías enseñar? Por favor.

GUSTAVO – Sentaos.

Zoe acató presta su orden, visiblemente entusiasmada. Guille se quedó donde estaba, pero no ofreció resistencia alguna cuando Gustavo le hizo tomar asiento con delicadeza. Él se sentó entremedio de ambos, y comenzó a explicarles paso a paso su particular método para resolver el cubo.

GUILLERMO – Es un buen chico, Gus.

Bárbara asintió, sorprendida por el cambio de actitud de su sobrino. En ese momento, él y Zoe parecían iguales: dos niños escuchando con atención algo que les interesaba mucho.

La profesora se les quedó mirando cerca de un minuto, hasta que finalmente concluyó que no sería tan mala idea tener al chico en el barco, rodeado de tanta gente.

Cuando el barco comenzó a coger velocidad, Bárbara se encontraba en la proa, sujeta a la baranda metálica, viendo cómo la península se iba haciendo cada vez más pequeña. Sintió una ligera presión en ambos hombros, y se ladeó para ver a su hermano, que le obsequió con una sonrisa sincera. Guillermo se colocó a su vera, sin mirarla, observando igual que ella cómo dejaban atrás la pesadilla que había vivido día tras día durante tanto tiempo.

comentarios
  1. Sunkay dice:

    ¡¡¡Feliz Año Nuevo para Todos y Todas!!! espero que este año llegue cargado de buenas noticias y buenas cosas. Muchos besos.

    • ¡Igualmente lady Sunkay! 🙂
      Que este nuevo año nos traiga grandes y gratas sorpresas y mil historias nuevas que compartir. 😉

      En breve el blog retomará su actividad tras el parón navideño.

      David.

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