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Estación petrolífera abandonada
7 de diciembre de 2008
SAMUEL – Guillermo… No sé de qué me suena ese nombre…
OLGA – Quizá hayas hablado con alguien que se llamara así, antes… De los que te han estado llamando todo este tiempo…
SAMUEL – No… Yo… Yo creo que no. Bueno, da igual. No importa.
OLGA – Pues eso. Él se llama Samuel. Aunque prefiere que le llamen Sam.
GUILLERMO – Encantado, Sam.
SAMUEL – Igualmente. Es un placer.
GUILLERMO – Oye. Y… en el sitio ese donde estás tú. ¿No tienes ningún método de transporte? ¿Un barco, una barca, una balsa… o… algo? Lo que sea.
SAMUEL – Más quisiera yo. Estoy aquí encerrado y no hay manera de moverse. Aunque… visto como está el patio por ahí fuera… si te digo la verdad, tampoco me puedo quejar.
OLGA – Te diré. Yo si pudiera, me iría contigo ahora mismo con los ojos cerrados.
Samuel esbozó una sonrisa. Imaginar que alguien pudiese envidiar su posición le resultaba cuanto menos inverosímil. Aunque en el fondo lo entendía.
SAMUEL – Oye, Olga. No… ¿No ha venido Gustavo?
OLGA – No. Se ha quedado con el niño. Con Guille. Que hoy no había manera que se durmiera. Pero quería que conocieras a Guillermo. Hemos venido en coche.
SAMUEL – Ah. Qué lástima. Yo… quería daros una sorpresa.
OLGA – ¿Prefieres que hablemos en otro momento, cuando estemos los tres?
SAMUEL – No. No. Qué va. Ya se lo cuentas tú luego.
OLGA – Bueno… ¿y de qué se trata? Ahora me has picado la curiosidad.
SAMUEL – ¿Te acuerdas de aquello que me contaste de cuando estuvisteis en Midbar?
OLGA – ¿A qué te refieres?
SAMUEL – Sí. Que vinieron cuatro personas, y te sacaron del barro. Un… un policía, una niña, un chico y…
OLGA – Sí, y una mujer joven, rubia. Bárbara.
SAMUEL – ¡Exacto! Bárbara.
OLGA – Sí. ¿Qué pasa con ellos?
SAMUEL – No te lo vas a creer. ¡Me han llamado! A la radio. ¡A mi! Y… así hablando… les dije que había hablado contigo y con Gus, y enseguida se acordaron de vosotros. Bueno… el policía ya… no está con ellos, pero los demás sí. Y ahora están en un grupo mucho más grande. Con… con más gente.
OLGA – ¿Me estás diciendo que has estado hablado con Bárbara? ¿En serio?
SAMUEL – Sí. Ella es la que contactó conmigo la primera vez. Hablamos casi cada día. Te lo hubiera dicho antes, pero no tenía manera de contactar con vosotros.
GUILLERMO – Si esto es una broma, Olga, ya te adelanto que me voy a enfadar. Y mucho. Con esto no se juega.
OLGA – Que yo no le he dicho nada, Guillermo. Te lo juro. Estoy tan sorprendida como tú.
GUILLERMO – ¿Me estás diciendo que puedes ponerte en contacto con Bárbara Vidal?
SAMUEL – ¿Tú también la conoces? Creía que ellos ya se habían ido cuando tú llegaste a Midbar… ¡Ah! ¡Claro! Guillermo… ¡De eso me sonaba tu nombre! Bárbara tiene un hermano que se llama igual que tú.
GUILLERMO – Bárbara es mi hermana, Sam.
SAMUEL – Madre mía. Qué pequeño es el mundo.
GUILLERMO – Nos… ¿Nos puedes dar su… número, su…? ¡Oh, Dios! No puede ser verdad.
SAMUEL – La puedo llamar directamente, y hablamos todos. ¡Qué alegría, ¿no?!
GUILLERMO – Lo que sea. Pero date prisa. Necesito hablar con ella.
SAMUEL – Dame un segundo.
Samuel escuchó murmurar a sus dos interlocutores, mientras se encargaba de contactar con Bayit. Carlos le habían enseñado a hacerlo. Así fue como conoció a Abril y Ezequiel, hombre de pocas palabras. Aunque con ellos tan solo había hablado en una ocasión. La profesora tardó bastante en contestar. Durante todo ese tiempo, para su sorpresa, tanto Olga como Guillermo se mantuvieron en silencio. Samuel se sentía muy afortunado de haber servido de enlace entre ambos hermanos, y aún no daba crédito. Estaba convencido que Bárbara se pondría contentísima.
BÁRBARA – ¿Hola? Aquí Bárbara y Zoe.
SAMUEL – ¿Bárbara?
BÁRBARA – ¡Hombre Sam! Muy buenos días. ¡¿Qué tal andas?!
SAMUEL – No te vas a creer a quién tengo aquí al otro lado de la línea.
BÁRBARA – Sorpréndeme.
SAMUEL – No… no te lo vas a creer.
OLGA – Déjame. Déjame, que quiero… ¿Puedo decírselo yo? Por favor…
SAMUEL – No, si te está oyendo ya.
OLGA – ¿Qué? ¿Ah sí?
BÁRBARA – ¿Hola?
OLGA – ¿Bárbara?
BÁRBARA – ¿Con quién tengo el placer de hablar?
OLGA – Sht. Calla, calla. Ahora mismo le…
BÁRBARA – ¿Hola?
OLGA – Hola. ¡Soy Olga!
ZOE – ¡Hola Olga!
OLGA – ¡Hola cariño! ¡Cuánto tiempo! ¿Qué… qué tal estáis por ahí?
BÁRBARA – Estamos muy bien. No te lo vas a creer. Al final conseguimos encontrar un barco, y ahora estamos viviendo en una isla, en un barrio con unas murallas muy altas que hemos construido alrededor. Estamos…
OLGA – Sí. Algo me ha contado Sam al respecto, antes de… llamarte. Siento… siento mucho lo del… lo del policía. Vuestro compañero.
BÁRBARA – Sí, bueno… muchas gracias. Oye, ¿y vosotros qué tal estáis? Madre mía. Pensé que no volveríamos a hablar nunca.
OLGA – Que sí… ahora. Nosotros, pues… Mira. Estuvimos un tiempo viviendo en el centro de refugiados, donde nos conocimos, allá en Midbar. Pero… no… al final tuvimos que irnos. Hicimos como vosotros, y fuimos a la costa. Pero… ya no había ningún barco cuando nosotros llegamos. No hemos visto ninguno desde entonces. Ahora estamos viviendo en una escuela de náutica que hay en el puerto deportivo de aquí de Bejor. Estamos… estamos bien.
BÁRBARA – Madre mía. Me alegro muchísimo de que estéis bien. Hemos pensado mucho en vosotros desde que nos fuimos.
OLGA – Y nosotros… Te lo puedo jurar.
BÁRBARA – ¿Y qué…?
OLGA – Oye. Tengo a alguien aquí que se muere de ganas de hablar contigo. Ya no puede esperar más.
BÁRBARA – Ah, pues dile que se ponga. ¿Es tu hermano?
OLGA – No. No es mi hermano.
BÁRBARA – ¿Hola? Hola. ¿Con quién hablo?
GUILLERMO – Barbie. Barbie, soy yo.
Bárbara no respondió. Lo siguiente que se oyó fue la voz de Zoe llamando a Carlos a gritos, mientras Guillermo exigía saber qué estaba pasando. Lo que Samuel creyó sería un reencuentro emotivo y feliz, se tornó en algo desastroso. No obstante, pronto ambos hermanos tendrían ocasión de mantener la conversación que tanto ansiaban, después que la profesora recuperase el conocimiento que había perdido, fruto de la impresión.
Excelente, ahora se viene la parte de porque Barbara estaba en un ataúd? 😊
Me temo que para eso aún falta muuuucho libro. xD
Todas las etapas tienen un sentido cronológico. Tanto la parte de la historia troncal, como los flashbacks. Jamás hay saltos raros, aunque no haga más que cambiar de fecha, todo sigue un orden muy estricto.
La explicación de por qué estaba Bárbara en el ataúd llegará en la última crónica de una muerte anunciada. En el segundo tomo fui haciendo flashbacks de la historia de Bárbara, pero no llegué al momento de su historia en el que acabó en el ataúd, me salté voluntariamente el último, y ya se acabaron sus flashbacks. Al final de este tomo, cuando escriba el último de los flashbacks de Guillermo, escribiré una última cronología del éxodo (de las que escribía en el primer tomo, pero en esta ocasión en vez de flashback será un flashforward), y luego escribiré el último flashback de Bárbara, donde se desvelará eso que preguntas. Será literalmente lo último que leas en el libro, a excepción de un corto epílogo que servirá de cierre definitivo a la trilogía.
¡Espero haberte podido ayudar! 🙂
David
Estoy tan enganchada como siempre.
Continúo leyendo!
Sonia.