1045
Norte de la ciudad de Nefesh
27 de noviembre de 2008
Fernando entrecerró los ojos. Acto seguido los abrió con fuerza y parpadeó repetidamente, fijándose en aquél esquemático plano de Nefesh que había colocado sobre la polvorienta superficie del mostrador del videoclub. Estaba muy sorprendido porque lo veía con toda claridad, pese a no llevar puestas sus inseparables gafas. No tenía la más remota idea de dónde se encontraban. Creía recordar haberlas perdido con la caída, tras su trágico aunque exitoso intento por salvar a Christian de los infectados. Jamás volvería a necesitarlas mientras viviese.
El plano parecía hecho por un niño en posesión del más básico procesador de imágenes de la historia de la informática, pero mostraba el nombre de las calles y un sinfín de pequeños números envueltos en un círculo que señalaban la ubicación de una miríada de locales comerciales. Una exhaustiva leyenda a la derecha exponía la información básica sobre dichos locales. Era más de lo que necesitaba para orientarse. El del videoclub correspondía al número 13. Sonrió por primera vez desde que le arrancaran de los brazos de Hades al comprobar que se encontraba a escasas tres manzanas del bloque donde se había refugiado de los infectados junto con Paris y Christian.
Pese a que el plano era tan viejo que ni siquiera contemplaba la existencia del barrio de Bayit, dada la relativa juventud del mismo, le sería de gran utilidad para encontrar la mejor ruta de vuelta a la seguridad que éste ofrecía. No había nada que deseara más en ese momento que colocarse a ese lado de los altos muros que él mismo había ideado y que él mismo había ayudado a levantar hacía tan poco tiempo. Pero eso no era posible, no en el lamentable estado de salud en el que se encontraba.
La suya había sido una mañana especialmente ajetreada. Pese a sus prácticamente nulos conocimientos de medicina, había hecho todo cuanto estuvo en su mano para recuperar la forma física de la que la caída y las posteriores palizas le habían privado. Entablilló su pierna rota con las dos mitades del palo de una fregona partido por la mitad, uniéndolo todo con cinta aislante. Devolvió a su lugar su hombro dislocado tras más de dos docenas de intentos, maravillado aunque algo incómodo por la ausencia de dolor. Retiró los viejos vendajes manchados de sangre seca y tierra y los sustituyó por nuevos. Limpió todas sus heridas con el poco agua que quedaba en el depósito del pequeño aseo que había en la trastienda, las curó como pudo con el botiquín que encontró detrás del espejo, y las vendó acto seguido, optimizando al máximo el poco material del que disponía. A esas alturas todas las heridas habían dejado de sangrar, aunque no por ello ofrecían mejor aspecto.
Dobló el plano hasta que éste ocupó poco más que la palma de su mano y lo dejó sobre el mostrador. Cogió la escoba que tenía a su lado, y colocó la parte de las cerdas en su axila, para usarla como muleta, pues no tenía intención alguna de volver a apoyar su pierna rota hasta que ofreciese mejor aspecto. Se paseó renqueando por el pequeño local, observando las carátulas de todas aquellas películas, sintiendo un nudo en el estómago al cerciorarse que esas serían las últimas películas rodadas, que tanto ese noble arte como los otros seis que le precedieron habían muerto, al igual que lo había hecho la misma humanidad que les había dado la vida.
Echó un vistazo a la calle desierta y sucia a través de los rombos que dejaba la persiana que le había mantenido a salvo desde que se refugiase en el videoclub la madrugada anterior. Hacía más de seis horas que no veía cruzar a un solo infectado por ahí delante, lo cual delataba que las rondas de limpieza realmente sí eran efectivas, aunque extremadamente peligrosas.
Suspiró y se dio media vuelta. Al entrar a la trastienda echó un vistazo a la minúscula alacena que había conseguido atesorar tras más de una hora registrando hasta el último centímetro cúbico de la tienda: media docena de chocolatinas con relleno de crema de cacahuete, tres latas de refresco de cola, dos de las cuales llevaban más de un año caducadas, varias botellas de plástico llenas con el agua de la cisterna y un buen puñado de chicles y caramelos. Una dieta algo infantil, pero con suficiente azúcar para aguantar unos pocos días sin venirse abajo.
No pudo evitar reparar en el teléfono que había sobre la pequeña mesa de oficina del extremo opuesto de la trastienda. Lamentaba no tener modo alguno de comunicarse con el grupo de Bayit, aunque era consciente que ni siquiera uno de aquellos walkies que utilizaban para comunicarse entre ellos serviría de mucho, dada la más que generosa distancia que le separaba del barrio amurallado. Tomó asiento aparatosamente sobre una vieja aunque mullida silla de escritorio, que dejó un buen puñado de polvo en suspensión cuando su trasero impactó en el acolchado, cogió una de las chocolatinas, la liberó de su envoltorio y comenzó a comérsela a pequeños mordiscos. Detestaba los cacahuetes.
Empezó sorbiendo mocos. Más tarde notó cómo una lágrima recorría su mejilla y entraba por la comisura de sus labios, dotando al empalagoso y dulce manjar que estaba comiendo de un interesante toque salado. No tardó mucho en volver a derrumbarse. No se reconocía en ese papel.
Horas más tarde, cuando el astro rey volvió a ocultarse tras la línea del horizonte, un infectado errante reparó en él, con toda seguridad atraído por el olor a sangre que Fernando no podía ocultar, al hallarse rota la luna del videoclub. Se pasó más de tres horas aporreando la persiana, ignorante de que tan solo debía tirar de ella hacia arriba si quería pasar al otro lado. Durante ese lapso de tiempo, en el que el mecánico fue incapaz de pegar ojo, Fernando se preguntó más de una vez si no habría sido más acertado morir ahogado en su propia tumba.
Excelente capitulo.
Muy interesante ver cómo este nuevo muerto viviente se desarrolla y las primeras dificultades con las que se va encontrando. A nivel personal y emocional se trata de la misma persona que siempre fue. A nivel físico, se trata de un nuevo ser. ¿Estaría al mismo nivel que Bárbara? Me refiero a sus nuevas habilidades físicas. Creo que sí.
Siempre me gustó Fernando y me dio muchísima pena su muerte. Así que estoy feliz con su vuelta al escenario. Además que esta resurrección era totalmente sorpresiva. Esto ya era imposible de preveer.
Sonia.
Felices vacaciones!!
¡Gracias a todas! 🙂
Fernando me ha servido como herramienta para haceros pensar sobre otro universo de posibilidades. Mi objetivo es que os convirtáis en conspiranoicos después de leer esta trilogía. xD
El suyo es… es un flashback, objetivamente, pero ya en la novela se acabaron las incorporaciones con salto cronológico exhaustivo. Samuel fue el último. Ahora ya sólo queda disfrutar de todo lo que se ha ido cociendo a fuego lento durante años. Ya están todas las cartas sobre la mesa, y ahora es cuando empieza el juego. Veréis otra novela bastante distinta a lo que estáis acostumbrad@os, y esa será parte de la magia. Pasarán MUCHAS cosas, en MUY poco tiempo, y las reglas del juego serán revisadas una y otra vez. Recuperaremos personajes que se habían perdido en el olvido (guiño guiño), y ocurrirán cosas que confío jamás hubieseis podido prever (esa es mi mayor ilusión). Sé todo cuando va a pasar hasta el último capítulo, pero no sabría prever cuánto va a ocupar… Tengo la intención que este sea el libro más corto de los tres, aunque no puedo prometer nada. De lo que sí estoy convencido, es que será sustancialmente más corto que el segundo. Hoy por hoy llevo 330 páginas, y la magia reside en que ya tengo todo el trabajo más duro hecho, ahora sólo queda disfrutar, porque en adelante todo es almíbar del bueno.
David.