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Cala rocosa en la costa meridional de la isla Nefesh
21 de octubre de 2008
Todos pusieron de su parte para subir el bote, con Maya y todas aquellas latas y botellas encima, a tierra firme, arrastrándolo por la arena terrosa, hasta una porción de suelo donde el ir y venir de las olas no lo alcanzaría.
MARION – ¿Y ahora qué hacemos?
Todos la miraron, deseando tener la respuesta a esa pregunta. Zoe se sentó en una roca con la superficie plana, y empezó a dibujar con una ramita en la arena, ajena a lo que decían los mayores, aguantándose las lágrimas, odiando en silencio a Morgan por haberles abandonado. Carlos se encendió un cigarro, y lo saboreó como si fuera el último.
CARLOS – Pues… tendremos que… explorar un poco la isla, a ver dónde hemos ido a parar.
BÁRBARA – Si salimos ahora podremos abarcar bastante terreno antes que se haga de noche.
MARION – ¿Y Morgan?
Zoe levantó la mirada; Christian la bajó.
BÁRBARA – Morgan… Si Morgan se ha ido, sus razones tendrá. Tenemos que aprender a valernos por nosotros mismos.
Fuera cual fuese el motivo por el que Morgan había decidido abandonarles, si de algo estaba segura era de que no le volverían a ver; si se había ido sin avisar, sería para no volver. Bárbara miró hacia la más pequeña del grupo, deseando no haberle hecho daño con su comentario. Zoe seguía jugando con el palo; había dibujado su nombre, que ahora borraba con la mano desnuda.
MARION – Pero él…
CARLOS – Bárbara tiene razón, Ahora sólo estamos nosotros…
Pasó la mirada por todos sus compañeros, y luego se incluyó a sí mismo.
CARLOS – …seis, nos guste o no. Ahora lo que tenemos que hacer es enterarnos de dónde estamos, de si ésta isla está desierta o no; si está habitada o está llena de…
Carlos se mordió la lengua; cualquiera podría haber acabado la frase.
BÁRBARA – Podemos salir ya mismo, damos una vuelta por los alrededores, y según lo que veamos…
Maya se mordía las pieles de sus labios cortados. Se sentía muy mal; ya no tanto por el recuerdo aún latente de la muerte de su padre, que también, sino por el hecho de saberse una losa tremendamente pesada entre ese grupo de pobres diablos que tan solo pretendían sobrevivir. Había perdido su silla, aunque tampoco le serviría de mucho ahí, y no podría acompañarles a ninguna de esas expediciones; no podría acompañarles a ningún sitio, no por su propio pie. Hasta entonces había sido su padre el que se encargaba de ella. Nunca había tenido que darle especial importancia a la desventaja de su minusvalía, pues él siempre se había encargado de ella incondicionalmente. Es más, lo hacía contento y orgulloso de poder serle de utilidad, tratando de no hacerle sentir inferior. Pero ahora era diferente. Toda esa gente no tenía ninguna responsabilidad para con ella, y se le hacía un mundo tan solo plantearse el que tuvieran que llevarla a cuestas de un lado para otro. A todo eso se le sumaba el más absoluto pánico al imaginar que la isla pudiera no estar libre de infectados, pues ella sería, y con mucha diferencia, el blanco más fácil.
BÁRBARA – Según lo que veamos, decidimos qué hacer, volvemos aquí y cenamos algo, y… nos preparamos para la noche.
CARLOS – Sí. Dejemos todo esto aquí, y nos vamos todos…
Su mirada acabó clavada en Maya, que estaba sentada en el bote, recostada en uno de sus flancos, observándoles en silencio. Carlos cerró la boca, al darse cuenta que había hablado más de la cuenta. Maya le miraba, y trató de esbozar una sonrisa.
MAYA – Yo me quedo aquí, tranquilo.
CARLOS – No, mujer… Te… podemos llevarte, si… si no pesas nada. No…
Todos les miraban, notando lo difícil que era para ambos dar la réplica al contrario.
MAYA – De verdad que no. Yo me puedo quedar aquí en el bote con todas las cosas. Idos, no hase falta que os preocupéis por mí.
CARLOS – Pero no te vas a quedar sola…
MAYA – No veo porque no. No puedo acompañaros.
BÁRBARA – No. No te vas a quedar aquí sola. No sabemos si la isla es segura.
Maya tragó saliva. Sabía que Bárbara tenía razón; no quería quedarse ahí sola, ya fuera por acompañarles, a brazos de Carlos o de quien hiciera falta, pese a ser una carga, o ya fuera porque alguien, alguien que pudiera caminar, se quedase con ella. Bárbara cruzó la mirada por todos los presentes, y ésta acabó recayendo en Marion, cuyos ojos hablaban por sí solos.
BÁRBARA – ¿Por qué no te quedas tú con ella?
A Marion se le iluminaron los ojos, asintió rápidamente, tratando de mostrarse indiferente, sin conseguirlo. No le apetecía para nada adentrarse en una zona de la que desconocía el nivel de hostilidad, por muy bien acompañada que estuviera. Era demasiado cobarde para arriesgarse, y Bárbara había tenido ocasión de conocerla, en todo el tiempo que habían convivido, lo suficiente para saber lo que estaba pensando en ese momento. En cualquier caso, de ese modo todos obtendrían lo que querían, y Marion bien podía echar un cable a Maya si las cosas se ponían feas.
BÁRBARA – Pues salgamos ya, que las horas de sol son un bien muy preciado, y no debemos malgastarlo.
Bárbara dirigió la mirada hacia la niña de la cinta violeta en la muñeca.
BÁRBARA – ¿Te vienes o te quedas con ellas, cariño?
Zoe levantó la mirada del suelo, donde había dibujado una casita, un árbol y unos cuantos pájaros sobrevolándolos. Arrugó la frente, contrariada. Después de todo el tiempo que llevaba con su nueva familia, jamás hubiera imaginado que le invitasen a acompañarles a una campaña de esa magnitud. Se dio cuenta que ahora que no estaba Morgan entre ellos, iban a cambiar muchas cosas. Se levantó sin pensárselo dos veces, y se unió al grupo. Todos lo hicieron, excepto Marion, que se quedó donde estaba.
BÁRBARA – Bueno pues… nos vamos. No tardaremos demasiado en volver.
Marion y Maya asintieron con la cabeza. El resto se despidieron de ellas, tratando de no demostrar la poca confianza que les inspiraba dicho viaje, y comenzaron a partir, adentrándose entre la maleza, con paso firme, aunque algo temerosos por lo que pudieran encontrar. Las dos chicas que no les acompañaron enseguida les perdieron de vista, y ya contaban el tiempo que faltaba para que volvieran.
cada vez se me hace mas dificil tener k esperar un dia entero para leer un nuevo capitulo :S
Venga, toma otro, que me has caído bien :3
🙂
Me duele pensar en Zoe. Su fuente de esperanza, el faro en medio de toda esa oscuridad era Morgan. Ahora que no esta el me siento de vuelta en el primer tomo, cuando sus padres se infectaron y tuvo que ver morir al papá a manos del soldado, ver como un cuervo le salbaba de ser devorada por su propia madre, como en el caso de Diego. Si es verdad que falta mas de Morgan, ojala y vuelva al grupo pronto, pues para Zoe sera muy duro seguir algun tiempo sin el. Y para el…