2×400 – Radio

Publicado: 21/11/2011 en Al otro lado de la vida

400

Oficina del encargado en jefe de la factoría Sugar, ciudad de Nefesh

17 de octubre de 2008

 

Abril acabó rompiendo el cierre del primer cajón del escritorio, después de llevar un buen rato forzándolo. El resto de cajones no albergaban nada interesante, ya lo había comprobado. Aún no sabía lo que encontraría ahí, pero eso era lo mejor que se le había ocurrido para matar el tiempo y alejar de su cabeza tantas imágenes macabras como había visto las últimas horas. Sonia la miraba, curiosa, mientras los otros dos se limitaban a dormitar, pues ya era muy tarde. Era de noche, y los infectados que les retenían ahí dentro, lejos de dormir, estaban más despiertos que nunca. Las luces de la nave estaban encendidas, por fortuna, de modo que la luz que manaba de la oficina no les atraía en absoluto, y ellos podían seguir ahí dentro sin necesidad de apagarla.

Abril tiró el trozo de metal de la lámpara del escritorio al suelo, haciendo más ruido del que hubiese deseado, con lo que consiguió la enésima mirada de odio de Sandra. Abrió el cajón, que estaba astillado alrededor de la cerradura, estiró de él y lo colocó sobre la mesa. Ahí dentro no parecía haber nada importante. A primera vista tan solo había documentos organizados en carpetas bien ordenadas. La doctora sacó las carpetas del cajón y siguió investigando. Vio una caja de puros, unos cuantos bolígrafos, un mechero zippo, una bolsita de plástico con marihuana y una pequeña llave con una arandela. Abril ignoró todo lo demás, y cogió la llave. Sonia seguía mirándola, sin mediar palabra.

La doctora miró a su alrededor, tratando de averiguar qué abría. Ya había estado fisgoneando todo cuanto había en la oficina; incluso había mirado detrás de los cuadros, pero no había caja fuerte alguna. En todo ese tiempo no había encontrado nada útil. Tan solo algunos artilugios que podrían utilizarse como arma blanca o arrojadiza, pero nada ni remotamente útil contra cuatro infectados sedientos de sangre. No tardó mucho en averiguar qué abría la llave. Dio media vuelta al escritorio, sorteando a la perra, que estaba dormida, y se colocó frente al armario metálico que había junto a la puerta. Sandra se levantó del suelo y se colocó a su lado.

Introdujo la llave en la cerradura, y ésta se abrió enseguida, sin ofrecer la menor resistencia. En esos momentos era mayor la ilusión por el nuevo hallazgo que el miedo por lo que les esperaba fuera. Abrió ambas puertas del armario, y observó con atención lo que había dentro. La mayor parte de las estanterías estaban llenas de más documentos, facturas, formularios, albaranes y demás papeles llenos de información sobre la empresa en la que estaban, todos bien ordenados y etiquetados. Abril intentó alcanzar el estante más alto, pero no llegó; era demasiado baja. Se disponía a coger la única silla libre que quedaba, pero Sonia se le adelantó, y la colocó entre las dos puertas abiertas. Ninguna de las dos abrió la boca, pero ambas parecían estar comunicándose en silencio. Abril asintió, subió a la silla y escrutó lo que había en ese último estante. Estaba casi vacío, pero no del todo. Había más papeles, pero éstos parecían más viejos. También había una vieja manta de lana, un paraguas rojo y blanco y una vieja radio, que funcionaba con cintas de cassette.

Abril cogió la radio, que era lo único interesante que había visto ahí arriba, bajó de la silla y la colocó sobre el escritorio. En los últimos momentos habían conseguido atraer la atención de Sandra, que se había sentido igualmente decepcionada con el hallazgo. Todos, excepto Nemesio, que no se había enterado de la misa la media y ahora estaba medio dormido, habían esperado encontrar una escopeta o una metralleta, como en las películas, con la que poder salir de la oficina dándole una patada a la puerta y matar a todos los infectados que había al otro lado antes de salir triunfantes de la factoría. Pero todo cuanto habían encontrado era una vieja radio gris, digna de anticuario, que ni siquiera parecía capaz de funcionar.

SANDRA – Mira, al menos podremos escuchar música.

Sonia y Abril miraron a la pequeña, que no era consciente de la estupidez que acababa de decir. La doctora observó atentamente el aparato, y reparó en el lugar dónde debían encontrarse las pilas; no solo carecía de ellas, sino que tampoco tenía la tapita que las debería haber ocultado. No se lo pensó dos veces; agarró la radio con una mano y su enchufe con la otra, y observó atentamente sobre el zócalo de toda la oficina hasta que dio con un lugar donde conectarla. Entre la puerta y el armario. La enchufó, y la colocó sobre la silla. La radio no hizo ni el amago de encenderse. Las mujeres empezaron a sentirse aún más decepcionadas.

Abril estudió los botones, y se dio cuenta que estaba en modo cassette. En cualquier caso, tampoco había ninguno dentro, así que deslizó el pequeño botón hacia la izquierda, y lo colocó en FM. De repente la radio cobró vida. Nemesio y Bruma se despertaron de su letargo, al escuchar el ruido de estática que provenía del viejo aparato. Abril bajó un poco el volumen, antes de girar el dial hasta un extremo, para, delicadamente y con mucha paciencia, ir moviéndolo hacia el otro, escuchando atentamente. Casi había llegado hasta el otro extremo, sin escuchar más que ruido, cuando algo le llamó la atención, y paró en seco.

evacuarla inmediatamente en un barco propiedad del estado. Tan solo hay plazas para doscientas personas, y en cuanto el aforo esté completo, el barco zarpará. En cualquier caso, si dicho aforo no se cumpliese para las catroce horas del día 18 de octubre, el barco zarpará igualmente, para no volver…

Sonia y Sandra se miraron. La hermana mayor le dio la mano a la pequeña. Todos escuchaban atentamente la locución, incrédulos y esperanzados a partes iguales.

            …Zarpará de la playa Marina, y los que quieran subir a bordo, deberán hacer a nado el trayecto desde la costa hasta el mismo…

            Nemesio negó con la cabeza, y dejó de prestar atención. Abril se dio cuenta, y sintió un nudo en el estómago. La grabación se paró durante unos segundos, pero enseguida continuó, con la voz del mismo locutor.

Este es un mensaje de alerta para los civiles supervivientes de la isla Nefesh. El estado de la isla es lamentable a estas horas y se ha declarado una cuarentena total. Los medios materiales de la seguridad local son abiertamente insuficientes para poder hacerse cargo del problema. A la vista de dicho problema, los cuerpos de seguridad de la isla han decidido evacuarla inmediatamente en un barco propiedad del estado. Tan solo hay plazas para…

            A partir de ahí la grabación se repetía, incansable, una y otra vez, repitiendo las mismas frases, que llegaron prácticamente a aprender de memoria durante aquella interminable noche, en la que el miedo, la ilusión, la sed y el hambre, se mezclaban con el sueño y la apatía.

comentarios
  1. Sicke dice:

    Y llevo un buen rato pensando….ese barco propiedad del estado no sería el que se encontraron Barbara y los demás??el que tenia los infectados en una sala encerrados,aunque creo que ese era un transatlantico…pero bueno…todo podría ser 😛

  2. tulipan dice:

    Enhorabuena por los 400 capítulos =)
    Ojala pudieras subir todos seguidos XD

  3. Ese barco «propiedad del estado» es parte de las lagunas que tiene la narración por centrarse en los personajes y no abordar el tema en plan omnisciente. La isla estaba ahí, cerca, segura… mucha gente se acercó a buscar refugio, por fortuna no dejaron entrar a nadie infectado, hasta que ocurrió lo del avión. Si bien no es el trasatlántico, hace referencia a un eventual barco militar o de investigación que habilitasen en la costa peninsular de turno para evacuar supervivientes. No le des demasiada importancia 😉
    Ya habéis leído dos tercios de lo que llevo escrito, pronto me alcanzaréis xD
    ¡Un saludo a todos!

    David.

  4. thecuscus24 dice:

    Parece mentira pero ya llevamos leídos 400 capítulos*-*
    juer, enhorabuena, *-*

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