1×027 – Temporal

Publicado: 27/03/2011 en Al otro lado de la vida

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Residencia de la familia Peña

23 de septiembre de 2008

Vaciló un poco antes de emprender la huida. No podía creerse lo que veían sus ojos, pero lo que sí sabía era que no podía seguir cerrándose en si misma y negando lo que ocurría a su alrededor, no si quería conservar la vida. Por mucho que esos ansiosos seres salidos de la más macabra de sus pesadillas se pareciesen a sus padres, algo dentro de ella le decía que no eran ellos, ya no. Eran unos totales desconocidos a los que sus propios padres hubieran rechazado y despreciado. Consiguió levantarse de nuevo, mientras sus padres derribaban la puerta, y comenzó a subir las escaleras atropelladamente, evitando por los pelos que le alcanzasen.

Si hubiera escogido cualquier otra vía de escape la hubieran cogido enseguida, pues eran mucho más rápidos y fuertes que ella. La elección de la escalera le salvó la vida. Zoe subió los peldaños a toda prisa, de dos en dos, todo lo rápido que pudo y sin mirar atrás en ningún momento. Ellos enseguida tropezaron por las prisas y no supieron subirlas correctamente. Al final acabaron subiéndolas a cuatro patas, torpemente, dando tiempo a la niña a llegar a lo más alto, cruzar el pasillo a la carrera y comenzar a bajar la escalera colgante que daba acceso al desván donde había pasado la mayor parte del tiempo los últimos días.

Consiguió bajar del todo la escalera y comenzar a trepar por ella al tiempo que veía como asomaba su madre de entre las escaleras, y se la quedaba mirando con un rápido movimiento de cabeza que le heló la sangre. Enseguida se le sumó Adolfo y ambos corrieron hacia donde se encontraba Zoe. Ella ya había conseguido subir al desván, y ahora tiraba de la cuerda que levantaría de nuevo la escalera de madera, impidiendo de ese modo que nadie más pudiera subir ahí arriba. La escalera volvió a su posición original cuando marido y mujer llegaron bajo la escotilla del desván y comenzaron a gritar, con unos aullidos incomprensibles, a medida que levantaban las manos tratando de atrapar a su hija, enfadados y humillados por no haberla podido coger a tiempo.

Zoe contemplaba a sus padres desde ahí arriba con la tapa de la escotilla abierta, la respiración agitada y las mejillas frescas por las lágrimas que se habían secado ahí durante la huida. Los miraba y trataba de reconocerlos, pero se trataba de una tarea inútil. La habían abandonado y no volverían jamás. Unos ligeros sollozos vinieron acompañados nuevamente del llanto, mientras ellos seguían profiriendo gritos y aullidos exigiendo su parte del banquete. Una de las lágrimas se deslizó por su nariz hasta desprenderse totalmente, e impactó en la mejilla de su padre, que no se inmutó lo más mínimo.

Asió la tapa de la escotilla de madera, y la dejó caer sonoramente, alejando de ese modo la horripilante visión que le había hipnotizado hasta entonces. Sin parar de llorar, gimiendo como una niña pequeña, sin saber qué hacer encerrada ahí arriba como estaba, sin nada que llevarse a la boca ni un sitio donde dormir caliente, y viendo que sus padres no se alejarían de ahí tan fácilmente, anduvo unos pasos hacia la ventana más cercana. El techo era muy bajo en esa zona, pero también ella era muy baja y no se tuvo que agachar para mirar por ella. La visión que la ventana le mostró, no ayudó en absoluto a apaciguarla.

La calle estaba vacía, a excepción de un personaje que andaba por mitad de la calzada. Al principio le costó reconocerle, pues ya se estaba haciendo de noche y la luz del ocaso no ayudaba mucho, pero en cuanto se dio la vuelta lo vio más claramente. Se trataba de su vecino Rafael, al menos esa era la impresión que daba. Él también había caído en la misma tela de araña que sus padres, él también era uno de ellos. Zoe se preguntó cuanto tardaría ella misma en acabar formando parte de esa misma red, y eso aún la desanimó más.

Se alejó nuevamente de la ventana, oyendo sin cesar el ruido de fondo de sus padres gruñendo en el piso de abajo, todavía tratando de llegar ahí arriba. Pasó junto a la escotilla por la que había entrado. Esa era la única vía de entrada, y al mismo tiempo la única vía de salida, pues las ventanas, aparte de que eran fijas, estaban a más de seis metros del suelo en caída libre, y la bajada se le antojaba poco menos que imposible. Cuando tuviera que salir de ahí, debería hacerlo por el mismo sitio que había entrado, y teniendo en cuenta que la casa estaba cerrada a cal y canto, el reencuentro con sus padres parecía inevitable.

Anduvo hasta el otro extremo del desván, haciendo crujir el suelo de madera a su paso, y se colocó entre dos grandes cajas de cartón que contenían la herencia de años de convivencia y buenos momentos de lo que antaño fuera una familia feliz. Se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la pared, y abrazó sus piernas, colocando sus rodillas junto a la cara. Ahí permaneció durante varias horas, llorando desconsoladamente, sin nadie que le pusiera una mano en el hombro, sintiéndose sola en el mundo, indefensa y frágil. La luz de la tarde, que se filtraba rojiza por las ventanas, fue apagándose poco a poco, al igual que los gruñidos de sus padres se fueron disipando con el paso del tiempo.

Cuando la oscuridad y el silencio se apoderaron por completo de la estancia, Zoe ya había conseguido calmarse bastante. El llanto dio pie a un leve gimoteo, y poco a poco fue perdiendo la noción de donde se encontraba, alejando de su mente todo lo malo que la había estado amartillando durante horas anteriormente, hasta que finalmente acabó durmiéndose. Ese fue el único momento del día durante el que fue realmente feliz, pues en ese mundo onírico nada podía hacerle realmente daño.

comentarios
  1. Akira22 dice:

    si me pasara a mi esto creo que dejaría que mis padres me comieran

  2. Don Fernando dice:

    Bueno…pues ya dejo de leer que tengo que descansar para mañana rendir bien.Ya sé lo que le paso a Raphael o Rafael y me lo temía desde un principio…jajaja.Que pena con Zoe, espero que hagan unas imagenes con los padres y la madre deberia parecerse múcho a Barbara pero un poco más mayor.
    ¡Buenas noches, David!

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